Nuestro propio hogar (1993)

“Nuestro propio hogar” (Our Home) es una película que, en su esencia, trata de la construcción, tanto literal como figurada, de una familia. No es una obra maestra de la narrativa cinematográfica, pero sí un retrato con calidez y un sutil encanto sobre los desafíos de la parentalidad, la búsqueda de un lugar al que llamar hogar y la complejidad de las relaciones interpersonales. La película se centra en Frances Lacey, una mujer viuda con seis hijos que, buscando escapar de la rutina y las dificultades de la vida urbana, decide embarcarse en una búsqueda desesperada de un terreno para construir su propia casa. Este viaje, que se convierte en la premisa central de la historia, no solo es un desplazamiento físico, sino también una metáfora de la necesidad de renovación familiar y personal.

La dirección de Peter Stevens es notablemente cuidadosa, priorizando la atmósfera y la emoción sobre el espectáculo visual. Stevens evita las soluciones fáciles y opta por un ritmo pausado, permitiendo que la historia se desarrolle con la lentitud y la deliberación que requiere. Se centra en los pequeños momentos de conexión entre los niños y su madre, y en la gradual construcción de su vínculo con el dueño de la casa, un hombre japonés llamado Koichi. El uso de la luz natural es especialmente efectivo, resaltando la belleza de los paisajes rurales y la creciente sensación de pertenencia que experimentan los Lacey.

Las actuaciones son, en su mayoría, sólidas. Charlotte Kirkwood como Frances Lacey transmite una fragilidad conmovedora, capturando la determinación y la vulnerabilidad de una madre que lucha por ofrecer a sus hijos una vida mejor. La dinámica entre los niños, interpretados por un elenco joven y talentoso, es realista y convincente. Sin embargo, la representación de Koichi, interpretado por Ken Watanabe, es quizás el punto más débil de la película. Si bien Watanabe aporta una calma y una serenidad a su personaje, la falta de profundidad en la exploración de su pasado y sus motivaciones deja la relación entre Koichi y Frances relativamente superficial.

El guion, escrito por Peter Strickland y Sam Taylor-Johnson, es un punto interesante. No pretende ofrecer soluciones fáciles a los problemas familiares, sino más bien explorar las complejidades y los conflictos inherentes a la convivencia. La propuesta del acuerdo entre Frances y Koichi – que los niños le hagan las tareas domésticas a cambio de vivienda – es un dispositivo narrativo provocador que plantea preguntas importantes sobre el valor del trabajo, la responsabilidad y el rol de la familia. Si bien el guion presenta un núcleo intrigante, se ve a veces eclipsado por la lentitud del ritmo y la falta de desarrollo de algunos personajes secundarios. A pesar de ello, la película consigue mantener un tono agridulce, destacando tanto los momentos de alegría y esperanza como los de frustración y decepción.

En definitiva, “Nuestro propio hogar” no es un drama trascendental, pero sí una película entrañable y reflexiva que invita a la contemplación. Es un retrato sutil y realista de la vida familiar, que se centra en la importancia de la conexión humana y la búsqueda de un hogar, tanto físico como emocional. A pesar de sus defectos, la película logra crear un ambiente inmersivo y conmovedor, dejando al espectador con una sensación persistente de melancolía y esperanza.

Nota: 7/10