Nuestro último verano en Escocia (2014)

“Nuestro último verano en Escocia” no es una película que redefine el género de la comedia familiar, pero sí consigue una pequeña joya que te calienta desde el interior, como una taza de whisky en una noche fría. La película, dirigida con una sensibilidad discreta por Chris Clark, se centra en la disfuncionalidad inherente a las familias, pero lo hace de una manera genuina y sin recurrir a la exageración gratuita. Se trata de un retrato de la fragilidad, la incomunicación y, en última instancia, del amor que, a pesar de todo, persiste.

La dirección de Clark es precisa y atenta a los detalles. Se apoya en una fotografía impresionantemente bella, que evoca la majestuosidad y el misterio de Escocia, sin competir con el drama familiar que se desarrolla en pantalla. Hay una cuidada atención a los espacios, con escenarios que se convierten en personajes en sí mismos. Pero lo que realmente triunfa es la forma en que construye las escenas, creando momentos de tensión, humor e incluso melancolía con una naturalidad que subraya la autenticidad de la historia. No hay artificios, solo una observación perspicaz y un ritmo que permite que la tensión se acumule sin forzar el desarrollo.

El elenco es sobresaliente. Andy Serkis, en el papel de Doug, entrega una interpretación magistral de un padre exhausto y, a la vez, entrañable. Su desempeño es sutil pero efectivo, capturando la angustia de un hombre que lucha por mantener su familia unida. Olivia Colman, como Abi, aporta una dosis de cinismo agridulce y humor negro que equilibra perfectamente la vulnerabilidad de su personaje. Pero sin duda, la joya de la corona es el giro que ofrece John Hemmings como el excéntrico y misterioso Gordie, el padre de Doug. Hemmings, con una maestría que pocos pueden igualar, transforma cada escena en la que aparece en una comedia de tonos oscuros, su personaje es impredecible y absolutamente fascinante. La química entre los actores es palpable, y eso contribuye enormemente al éxito emocional de la película.

El guion, adaptado de un libro de Nicola Barker, es inteligente y desafiante. El humor no es fácil ni convencional, sino que surge de las situaciones incómodas y de las fallas de comunicación de los personajes. La película no se basa en chistes fáciles, sino en la observación de las dinámicas familiares y en la exploración de los traumas del pasado. El guion requiere de una atención especial por parte del espectador, ya que a veces es necesario pausar para comprender el contexto y las motivaciones de los personajes. Es una película que premia la reflexión y la empatía. Sin embargo, a veces, la complejidad narrativa puede resultar un poco densa, y algunos momentos podrían haber sido más claros.

Nota: 7.5/10