‘Nueve reinas’ (2000) de David Fincher no es simplemente un thriller, es una disección metódica de la ambición, la paranoia y la fragilidad de la identidad. La película, que a menudo se clasifica como neo-noir, se erige como un laberinto psicológico inquietante, impulsado por un guion magistral y una dirección que desdibuja la línea entre la realidad y la ficción de una manera asombrosa. Fincher, conocido por su meticulosidad y su estilo visual distintivo, ofrece aquí una experiencia cinematográfica que se aferra a la memoria del espectador mucho después de que los créditos finales han rodado.
El núcleo de la historia, la trama de un robo a una empresa de intercambio de monedas, parece sencilla al principio. Sin embargo, Fincher la utiliza como un pretexto para explorar las motivaciones complejas de sus personajes. Juan (Jorge Sorín) y Marcos (Ricardo Darín) son dos individuos con un pasado turbio y una necesidad desesperada de dinero. Su plan meticulosamente orquestado, meticuloso hasta el extremo, se desmorona rápidamente, sumiéndolos en una espiral de sospechas, desconfianza y violencia. Lo que empieza como una operación empresarial se convierte en un juego de gato y ratón donde la verdad es esquiva y la lealtad, inexistente. La película se sumerge en la subjetividad de los personajes; vemos la situación desde sus perspectivas, lo que crea una atmósfera de constante incertidumbre.
Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. Darín y Sorín, en papeles que requieren una gran dosis de vulnerabilidad y desconfianza, ofrecen interpretaciones que son al mismo tiempo honestas y profundamente inquietantes. Sus miradas, sus gestos, sus silencios, transmiten una inmensa carga emocional. La química entre ambos es fundamental, y la tensión que palpablemente se crea entre ellos es uno de los pilares fundamentales de la película. El resto del reparto, incluyendo a Geraldine Pérez como la policía vigilante y a Leonardo Sbaraglia como el personaje misterioso de "El Tipo", contribuyen a enriquecer el tapiz de personajes, cada uno con su propia agenda y secretos.
Pero más allá de las actuaciones y la trama, reside la genialidad visual de Fincher. La película es un festín para los ojos, con un uso innovador del color, la luz y la sombra. La fotografía de Harris Savides, con su paleta de tonos apagados y un contraste deliberado, crea una atmósfera opresiva y claustrofóbica que refleja el estado mental de los protagonistas. Los planos secuencia, particularmente el icónico recorrido por las calles de Buenos Aires, son impresionantes y contribuyen a la sensación de ritmo y urgencia. La música, compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross, es igualmente efectiva, creando una banda sonora que se integra perfectamente en la narrativa y amplifica la tensión. ‘Nueve reinas’ no se trata solo de lo que se ve, sino de lo que se siente – la paranoia, el miedo, la soledad. Es un logro técnico y artístico que consolidó la reputación de Fincher como uno de los directores más importantes de su generación.
Nota: 9/10