Nunca digas su nombre (2017)

“Nunca digas su nombre” (Never Back Down) se presenta como una de esas películas de terror adolescente que, en la mayoría de los casos, se olvidan casi tan rápido como se estrenan. Sin embargo, esta producción, a pesar de sus elementos predecibles, logra un cierto impacto gracias a una atmósfera inquietante y a unas actuaciones decentes que se diferencian de lo habitual en el género. La historia, en esencia, es bastante sencilla: tres estudiantes universitarios, Jake, Jakey y Danny, alquilan una vieja casa con la esperanza de ahorrar dinero, pero su curiosidad los lleva a desenterrar un secreto oscuro y a liberar a un ser sobrenatural conocido como “Bye Bye Man”, una entidad que persigue a cualquiera que descubra su nombre. El peligro, claro está, reside en mantenerlo en el olvido.

La dirección de Chad Michael Murray, que también actúa como uno de los protagonistas, es notablemente efectiva para crear una sensación de tensión constante. El uso de la luz y la sombra, combinado con la música inquietante y los efectos de sonido, logran construir un ambiente opresivo, especialmente en las escenas en las que el “Bye Bye Man” se acerca. No se trata de efectos especiales ostentosos, sino de una narración visual sutil que juega con la paranoia y el miedo al desconocido. Murray se atreve a mostrar vulnerabilidad en el papel de Jake, lo que le otorga credibilidad a la historia. También es digno de mención el trabajo de Lucas Graciano, quien encarna a Danny con una mezcla de inocencia y temor. La química entre los tres protagonistas es palpable, lo que aumenta la inmersión del espectador en la trama.

El guion, sin embargo, es donde reside la mayor debilidad de la película. Si bien la premisa es interesante, la ejecución carece de originalidad y, en ocasiones, se siente forzada. Algunos diálogos son poco naturales y la historia se complica innecesariamente con personajes secundarios que apenas aportan valor a la trama principal. La motivación del “Bye Bye Man” es vaga, y su presencia se siente más como un cliché de terror de los 80 que una amenaza real. El ritmo de la película también es irregular, con momentos de tensión sostenida intercalados con escenas que se sienten redundantes. No obstante, la película ofrece algún que otro giro argumental que, aunque predecible, resulta gratificante. La exploración del trauma infantil y la responsabilidad por nuestros actos, aunque breve, añade una capa de profundidad al personaje del “Bye Bye Man”.

En definitiva, "Nunca diges su nombre" no es una obra maestra del terror, pero sí una película entretenida que ofrece una experiencia de suspense lo suficientemente sólida para mantener al espectador alerta. No revolucionará el género, pero si logra crear una atmósfera efectiva y cuenta con actuaciones decentes, se presenta como una opción aceptable para una noche de cine. Su enfoque en el miedo a lo desconocido, aunque simplificado, resuena, y el mensaje sobre la importancia de no juzgar a los demás por sus errores es un añadido interesante.

Nota: 6/10