Nunca hables con extraños (1995)

“Nunca hables con extraños” (Never Talk to Strangers, título original) es una película que, a primera vista, parece sumergida en un cliché del thriller psicológico. Sin embargo, la dirección de Michael Winterbottom logra trascender esa simple previsiblez, ofreciendo una experiencia inquietante y, en última instancia, sorprendentemente efectiva. El director, conocido por su estilo audaz y a menudo provocador, no rehúye del todo las convenciones del género, pero las subraya y las desafía con un tratamiento que mantiene al espectador constantemente al borde de su asiento.

El guion, adaptado de la novela homónima de Lucy Fokley, se centra en Sarah, interpretada magistralmente por Anna Schofield. La película no se centra en la persecución violenta, sino en el lento y meticuloso proceso de la evaluación psicológica. La atmósfera se construye con un ritmo deliberado, donde el suspenso se deriva más de la tensión emocional y la incertidumbre sobre la identidad y las motivaciones de Tony, el personaje encarnado por Robert Pattinson. Pattinson, lejos de la imagen de estrella de Hollywood, ofrece una actuación intensa y subestimada, transmitiendo la fragilidad y la melancolía de un hombre atormentado por su pasado. Su Tony no es el villano caricaturesco, sino un personaje profundamente complejo, vulnerable y, en cierto modo, comprensible. La película se beneficia enormemente de esta ambigüedad moral, obligando al público a cuestionarse quién es el verdadero monstruo.

Winterbottom explora con notable inteligencia la dinámica de poder en la relación entre Sarah y Tony. La seducción no es gratuita, sino un mecanismo de comprensión. Sarah busca desentrañar el pasado de Tony, utilizando su vulnerabilidad como herramienta para acceder a sus recuerdos y emociones. La película, por tanto, no solo es un thriller, sino también un estudio de personajes complejo, que se adentra en las profundidades de la psicología humana y la naturaleza de la confianza. La fotografía, sombría y en tonos tierra, refuerza la atmósfera de opresión y desconfianza, mientras que la banda sonora, minimalista y evocadora, acentúa la sensación de peligro inminente.

Aunque la película se beneficia de su lentitud y de la profundidad de sus personajes, podría haber empleado un final más contundente. La resolución, si bien no es abrupta, podría haber tenido un mayor impacto dramático. Sin embargo, este pequeño tropo no resta valor a la experiencia general, que se mantiene como un thriller psicológico inteligente, original y, sobre todo, inquietante. "Nunca hables con extraños" es una película que no se olvida fácilmente, porque nos obliga a enfrentarnos a preguntas incómodas sobre la naturaleza de la verdad, el pasado y la capacidad humana para la maldad. Es una película que merece la pena ver y reflexionar sobre ella.

Nota: 7/10