Nunca me abandones (2010)

“Nunca me abandones” es una película que se instala en la memoria de una manera inquietante y persistente, un pequeño bólido que te persigue mucho después de los créditos finales. La dirección de Lee Cronin, aunque relativamente reciente en el panorama cinematográfico, demuestra una habilidad notable para establecer una atmósfera claustrofóbica y de creciente paranoia, jugando magistralmente con la belleza melancólica de un entorno rural inglés, casi de cuento de hadas, que se convierte progresivamente en un escenario de horror y desesperación. El uso de la fotografía es impecable, con colores apagados, paisajes vastos y una iluminación que alterna entre la luz dorada del sol y sombras amenazantes, contribuyendo a la sensación de aislamiento y desasosiego.

La película se centra en la compleja relación entre Ruth, Kathy y Tommy, tres jóvenes que comparten una infancia idílica en el internado de Hailsham. La química entre los actores principales, especialmente entre Matilda Simkovitch (Ruth) y Georgie Henley (Kathy), es el corazón de la historia. Sus actuaciones son sutiles y creíbles, transmitiendo la inocencia de la adolescencia, la vulnerabilidad y la fragilidad emocional que los caracteriza. La interpretación de Henry Poulter como Tommy es particularmente convincente; captura la tormenta interior de un joven atormentado por sus sentimientos y la presión de un futuro incierto. Sin embargo, la película no depende únicamente de las actuaciones; el guion, adaptado de la novela homónima de Kazuo Ishiguro, es donde reside su mayor fortaleza.

El guion, en su adaptación a la pantalla, explora temas universales como el amor, el deseo, la pérdida y la inevitabilidad del destino con una delicadeza y una ambigüedad que invita a la reflexión. La construcción de la trama, lenta pero meticulosa, se apoya en la creación de una atmósfera de suspenso y misterio. La revelación del secreto del internado, y las consecuencias devastadoras que se derivan de él, es un giro argumental sorprendente y profundamente inquietante. La película no ofrece respuestas fáciles ni soluciones simplistas; simplemente presenta una situación desesperada y la incapacidad de los personajes para escapar de un destino predeterminado. La ambigüedad moral de la historia –¿está el internado guiando a los jóvenes hacia su destino o simplemente actuando como un catalizador para sus propios deseos? – es, en mi opinión, lo que la hace tan fascinante. La película no busca moralizar, sino invitar al espectador a confrontar sus propios miedos y preconcepciones sobre la naturaleza humana.

No obstante, la película no está exenta de debilidades. El ritmo pausado, aunque contribuye a la atmósfera, podría resultar lento para algunos espectadores. Además, algunas de las decisiones narrativas, como la manera en que se explora el universo de Hailsham, podrían haber sido más detalladas. Sin embargo, estos pequeños fallos no impiden que "Nunca me abandones" sea una película poderosa y memorable. Es una obra que te hace cuestionar la libertad de elección, la importancia de los recuerdos y la fragilidad de la condición humana. Es un filme que se queda contigo mucho tiempo después de haberlo visto, un testimonio del poder de la narrativa y de la habilidad de la dirección de Lee Cronin.

Nota: 7.5/10