“O Auto da Compadecida” es más que una simple comedia; es un retrato visceral y profundamente conmovedor de la vida rural en el estado de Paríba, filtrado a través del ingenio e impericia de dos personajes inolvidables. Gabriel Fuentes y Guel Arcadio, la mente maestra detrás de esta adaptación teatral de Chico Buarque, lograron capturar la esencia del folclore brasileño, la pobreza cruda y la esperanza improbable que se esconde en la sencillez del ser humano. La película no solo cuenta una historia, sino que la vive y la respira, sumergiéndonos en un universo de supersticiones, creencias populares y la lucha constante por la supervivencia.
La dirección de Luiz Fernando Carvalho es magistral. Evita caer en un tono excesivamente sentimental, optando por un realismo que, sin ser abiertamente crítico, muestra la dura realidad social que enfrenta la población rural. Carvalho mantiene una distancia adecuada que permite al espectador formarse su propia opinión, sin sermonear ni juzgar. La puesta en escena, con su colorido exuberante y la música folclórica vibrante, no es solo un acompañamiento, sino una parte integral de la narrativa. La fotografía, con sus tomas de gran angular que abarcan el paisaje y las expresiones faciales, añade profundidad a la película, subrayando la conexión entre los personajes y su entorno.
Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. Leandro Firmino e Paulo César Bussy, como João Grilo y Chicó, son un dúo cómico perfecto. No se trata de humor superficial, sino de una inteligencia subrepticia, de una astucia que nace de la desesperación y la necesidad. Sus personajes son imperfectos, tontos a veces, pero inherentemente entrañables. La química entre los dos actores es palpable y fundamental para el éxito de la película. Las secundarias interpretaciones también son impecables, aportando matices y complejidad a la trama. Particularmente destacable es la figura de Dona Dora, interpretada por Sônia Braga, que personifica la compadecida de los protagonistas, una mujer sabia y generosa que simboliza la esperanza y la bondad en medio de la adversidad.
El guion, adaptado de la obra teatral, es brillante. Chico Buarque logra plasmar con maestría la riqueza del lenguaje popular brasileño, utilizando refranes, modismos y canciones tradicionales para enriquecer la narrativa. La película aborda temas universales como la injusticia social, la religión, la pobreza y la solidaridad, pero lo hace a través de una lente particular y original. La estructura narrativa, con sus constantes confusiones y vueltas de tuerca, mantiene al espectador en vilo, haciendo que cada escena sea un nuevo desafío. Más allá de la comedia, la película ofrece una reflexión profunda sobre la naturaleza humana y la importancia de la compasión.
En definitiva, "O Auto da Compadecida" es una joya del cine brasileño, una película que merece ser vista y revisitada. Es una obra que honra la cultura popular, desafía las convenciones y, sobre todo, nos recuerda la importancia de la esperanza y la bondad en un mundo a menudo cruel e injusto. Una experiencia cinematográfica inolvidable.
Nota: 9/10