Objetivo: Terrum (2007)

“Objetivo: Terrum” no es una película que impacta con la grandilocuencia de un blockbuster espacial, ni que se deja absorber por la complejidad de un universo infinito. Es, en cambio, una experiencia cinematográfica íntima y sutil, un ejercicio de suspense psicológico que se beneficia enormemente de la adaptación de un corto previo, “Terra”, a gran formato. El director, Álex de la Iglesia, demuestra su habitual maestría al construir una atmósfera de inquietud palpable desde los primeros minutos, una sensación de que algo terrible se avecina, aunque no podamos saber exactamente qué.

La película se centra en Mala, interpretada con una vulnerabilidad magnética por Natalia de Molina. Su personaje es la columna vertebral de la narrativa, una joven que lucha no solo contra una amenaza extraterrestre, sino también contra sus propios demonios internos. La Molina aporta una actuación naturalista que evita el melodrama barato, centrándose en la desesperación, la determinación y la creciente paranoia. Su interpretación, sin adornos, es la clave para conectar emocionalmente con una historia que, de otro modo, podría haber resultado demasiado abstracta. La química entre ella y el resto del elenco, aunque limitado, es suficiente para construir un universo creíble y amenazante.

Álex de la Iglesia, conocido por su estilo visualmente extravagante, aquí opta por una estética minimalista y oscura. La paleta de colores, dominada por grises y tonos opacos, y la iluminación tensa, contribuyen a la sensación de aislamiento y peligro. La dirección de fotografía es elegante y precisa, y la banda sonora, compuesta por un sonido ambiental inquietante, complementa a la perfección la atmósfera claustrofóbica. La película juega con la yuxtaposición entre lo familiar y lo alienígena, utilizando detalles aparentemente insignificantes – un juguete roto, un rostro desconocido, un objeto peculiar – para generar desconcierto y sospecha. De la Iglesia, en su expansión del corto, demuestra una sorprendente capacidad para generar tensión sin recurrir a efectos especiales bombásticos, un logro que, en la actualidad, es notablemente raro en el género.

Sin embargo, el guion, aunque sólido, presenta algunas debilidades. El ritmo es deliberadamente pausado, lo que puede resultar tedioso para algunos espectadores. La revelación final de la naturaleza de la amenaza es un tanto anticuada y predecible, y la resolución, aunque satisfactoria, carece de la audacia que se podría haber esperado de un director tan original como de la Iglesia. Además, la película evita explorar las implicaciones éticas de la invasión, concentrándose en la supervivencia individual, lo que resulta en una visión algo simplificada del conflicto. A pesar de estas limitaciones, “Objetivo: Terrum” es una película que, a pesar de su brevedad, logra dejar una huella. Es una exploración del miedo, la incertidumbre y la fragilidad de la condición humana en un mundo amenazado por lo desconocido, un ejercicio de suspense inteligente y atmosférico que merece la pena ser vista.

Nota: 6.5/10