“Octubre” es una película que se aferra a la atmósfera melancólica de un Madrid perpetuamente gris, un Madrid donde la soledad y el aislamiento parecen ser la norma. La dirección de Andrés Herrrera se caracteriza por una lentitud deliberada, una meticulosidad en la construcción de la escena que no pretende impresionar con efectos especiales, sino con la creación de una sensación de quietud opresiva, casi un letargo. Esta elección estilística, aunque efectiva para generar un ambiente particular, podría resultar abrumadora para algunos espectadores, particularmente en las primeras etapas de la trama. Sin embargo, esa misma lentitud permite un desarrollo pausado y honesto de los personajes, lo que en última instancia es una de las mayores fortalezas de la película.
La historia, centrada en la relación improbable entre Clemente, un prestamista frío y calculador, y Sofía, una mujer solitaria que celebra el culto al Señor de los Milagros cada octubre, no se construye sobre un drama convencional. No se trata de una historia de amor, ni de un thriller de suspense, sino más bien de una exploración sutil de la conexión humana, de la posibilidad de encontrar esperanza en lugares inesperados. El guion, aunque modesto en su trama, se vale de un diálogo seco y realista, evitando los clichés y las melodramáticas explosiones emocionales. El autor, Alberto del Pozo, consigue transmitir la complejidad de la situación moral de Clemente, un hombre atormentado por su pasado y sus decisiones. La película no busca justificar sus actos, sino mostrar la consecuencia de su comportamiento.
Las actuaciones son sobresalientes. Miguel Cepeda ofrece una interpretación magistral como Clemente. Logra transmitir la dureza exterior y la vulnerabilidad interna del personaje con una sutileza que va más allá de las palabras. La mirada, la postura, la forma de moverse… todo contribuye a la construcción de un hombre complejo y difícil de descifrar. María José Mauleon, como Sofía, aporta una calidez y una autenticidad que contrasta con la frialdad de Clemente, creando un equilibrio interesante en la relación. La química entre ambos actores es palpable, aunque no se basa en la pasión romántica, sino en una comprensión mutua, una necesidad de compañía. La pequeña Lucía, interpretada por Sara Suplicio, es el corazón puro de la película, un catalizador de la transformación de Clemente. Su inocencia y vulnerabilidad obligan al prestamista a reconsiderar sus valores.
“Octubre” es, sin duda, una película que invita a la reflexión. No ofrece respuestas fáciles, ni un final feliz convencional. Se centra en la fragilidad de la vida, en la importancia de la empatía, y en la posibilidad de que incluso los hombres más endurecidos puedan encontrar la redención. La fotografía de Roberto Loaiza, con sus tonos apagados y su atención a los detalles, refuerza la atmósfera melancólica de la película. Es un filme que, a pesar de su ritmo pausado y su temática densa, deja una impresión duradera. La película, aunque no para todos los gustos, es una obra honesta y conmovedora, que merece ser vista.
Nota: 7/10