“Oh Boy” (2023), la reciente incursión en el cine de dirección de Stefan Kapranos, el vocalista de los The Kooks, nos presenta una visión desmitificadora y, en cierto modo, perturbadora de la juventud alemana. La película no ofrece una grandilocuencia narrativa ni un melodrama exagerado, sino que se centra en la rutina, la frustración y la carencia de propósito de Niko (Jonas Wilms), un joven universitario que, desencantado con sus estudios de derecho, decide abrazar la indolencia, viviendo al día gracias al generoso aporte económico de su padre. Lo que sigue es una inmersión, a menudo incómoda, en la vida cotidiana de un joven que no sabe qué hacer con su vida.
La dirección de Kapranos es notablemente observacional. No hay un estilo visual llamativo, sino una apuesta por la naturalidad, por documentar la vida de Niko con una cámara que parece no juzgar. La película se siente como un reportaje, como un viaje dentro de la mente de un joven que se ha perdido y que no sabe cómo encontrar el camino. Esta estrategia, aunque efectiva para crear empatía con el protagonista, también puede resultar algo lenta y, en ocasiones, monótona. Sin embargo, Kapranos consigue mantener el interés del espectador a través de la sutileza y la capacidad de capturar pequeños momentos de verosimilitud que resuenan con la realidad de muchos jóvenes.
La actuación de Jonas Wilms es el corazón de la película. El actor transmite con una honestidad brutal la apatía, el resentimiento y la desesperación de Niko. Su mirada, a menudo vacía, refleja la crisis existencial del personaje. La química entre Wilms y el resto del elenco, especialmente el padre de Niko, interpretado por el siempre convincente Lars Dittmann, es fundamental para el éxito de la película. La relación entre ambos es compleja, llena de tensiones y silencios que revelan la falta de comunicación y la desconexión generacional. El diálogo, a pesar de no ser particularmente brillante, se percibe natural y refleja las conversaciones cotidianas.
El guion, en general, es sólido, aunque carece de una trama central definida. La película no busca dar respuestas, sino más bien cuestionar el propósito de la vida y la presión social que puede llevar a la inacción. El giro en la trama, cuando se descubre que la cuenta corriente de Niko ha sido cancelada, no es un evento dramático, sino más bien el detonante de una serie de situaciones de vergüenza y humillación que le obligan a replantearse su vida. Es una situación que, aunque gráfica, no se explora en profundidad, limitando el impacto emocional de la resolución final. La película, en definitiva, se centra más en el estado de ánimo del personaje y en la atmósfera que lo rodea.
“Oh Boy” no es una película para todos los gustos. Es un drama minimalista, introspectivo y, a veces, incómodo. Su fuerza reside en la honestidad con la que retrata la desilusión juvenil y en la interpretación convincente de su protagonista. Es un retrato realista de una generación que se siente perdida y que busca su lugar en el mundo. Un film que invita a la reflexión sobre la importancia de encontrar un propósito, incluso cuando éste no es evidente.
Nota: 7/10