Oh, Ramona! (2019)

“Oh, Ramona!” es una película que, paradójicamente, se siente a la vez sorprendentemente fresca y nostálgica. Directoramente, la obra de David Kaplan se distingue por una cuidada paleta visual y un ritmo pausado que invita a la contemplación, aunque a veces, esa lentitud se siente un tanto excesiva. Kaplan no se apresura a construir la historia, prefiriendo sumergirnos en la atmósfera de un verano americano de los ochenta, con sus playas de California, sus hoteles glamurosos y la promesa implícita de la juventud. La fotografía de Peter Deming contribuye enormemente a esta sensación, capturando la luz dorada de la tarde y la vibrante vida nocturna con una sensibilidad especial. Sin embargo, a veces la dirección se pierde en detalles superfluos, ralentizando el avance de la trama y restando fuerza al impacto emocional.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de sus protagonistas, y en este aspecto, “Oh, Ramona!” no defrauda. Leo Danes ofrece una interpretación sutil y conmovedora de Andrei, un adolescente inseguro y vulnerable, que lucha por encontrar su lugar en el mundo y por despertar el interés de la chica que anhela. La actuación de Danes es magistral en la transmisión de las dudas y miedos del personaje, lo que convierte la relación entre Andrei y Ramona en algo creíble y profundamente humano. Al contrapartir, Elena Anisimova como Anemona es radiante, proyectando una sensualidad desenfada y una independencia que atraen inevitablemente a Andrei. La química entre los dos actores es palpable y contribuye a crear momentos de gran intensidad. Es notable la manera en que Anisimova equilibra la frialdad inicial con la vulnerabilidad, añadiendo complejidad al personaje.

El guion, aunque no sorprende con giros argumentales, se centra en la exploración de temas universales como el amor, la identidad y la búsqueda de la aceptación. La historia de Andrei, Ramona y Anemona es, en esencia, una fábula sobre el despertar emocional y la importancia de las conexiones humanas. Si bien las conversaciones pueden sentirse a veces un tanto artificiales, la película logra transmitir de manera efectiva el torbellino de emociones que experimenta Andrei durante ese verano. La narrativa se aferra a una sensibilidad cinematográfica que evoca el cine de los 70, aunque sin caer en la nostalgia excesiva. Kaplan parece querer capturar la esencia de una generación, el deseo de romper con las convenciones y la búsqueda de la autenticidad en un mundo que a menudo impone normas rígidas. El final, aunque predecible, ofrece un cierre emotivo que honra el viaje emocional del protagonista.

En definitiva, “Oh, Ramona!” es una película disfrutable, que destaca por sus atmósferas evocadoras y sus interpretaciones sólidas. Es una obra que no busca revolucionar el género, sino que se centra en contar una historia sencilla, pero llena de matices y emociones. Si buscas una película ligera, con un toque de romance y una banda sonora de los ochenta, “Oh, Ramona!” puede ser una buena opción.

Nota: 7/10