“Ojos de cristal” (1963) de Luchino Visconti es una obra maestra del cine negro italiano, una película que se erige como un estudio profundo sobre el trauma, la culpa y la perpetuación del crimen. Visconti, con su habitual meticulosidad, no solo nos entrega un thriller psicológico, sino que nos sumerge en un universo opresivo donde el pasado no es un recuerdo lejano, sino una sombra que se cierne sobre el presente y amenaza con destruirlo.
La película se centra en un asesino sádico, interpretado con una letal calma por Gian Maria Volonté, quien, con una mirada penetrante, se presenta como un espectro en constante construcción. Su violencia no es gratuita, sino que opera como una forma de liberar la angustia y el dolor de un pasado que lo atormenta. Visconti construye meticulosamente cada acto de brutalidad, no para el simple espectáculo, sino para visualizar el proceso de liberación de un hombre devastado. La cinematografía, con sus largos planos, la iluminación sombría y la atmósfera claustrofóbica, contribuye enormemente a este efecto, transmitiendo la sensación de un mundo al borde del colapso.
La actuación de Luigi Lo Cascio como el inspector Amaldi es un punto central de la película. Amaldi es un hombre consumido por el dolor, un hombre que ha perdido a su hijo en un accidente devastador. Su obsesión por detener al asesino no es solo profesional, sino profundamente personal, una búsqueda desesperada para exorcizar sus propios fantasmas. Lo Cascio personifica magistralmente el peso de esta pérdida, su mirada transmite una mezcla de desesperación, determinación y una profunda tristeza. No se trata de un héroe convencional; Amaldi es un hombre roto, un hombre al borde de la locura, lo que le confiere una gran humanidad y complejidad al personaje.
El guion, adaptado de la novela de Simone Crovante, es excepcionalmente bien estructurado, aunque su ritmo puede resultar lento para algunos espectadores modernos. Visconti no se apresura en mostrar la acción, sino que se centra en el proceso mental del asesino y en las consecuencias psicológicas de la violencia. Se permite explorar la naturaleza cíclica del crimen, mostrando cómo la víctima a menudo refleja el horror del perpetrador. Es una película que no busca darle respuestas fáciles al espectador; en cambio, lo invita a contemplar la oscuridad que reside en la naturaleza humana.
Aunque la película se sitúa en la década de 1960, sus temas son universales y atemporales. “Ojos de cristal” es una reflexión inquietante sobre el pecado original, la responsabilidad y la dificultad de escapar del pasado. Es una experiencia cinematográfica poderosa que, a pesar de su lentitud, deja una huella imborrable en la mente del espectador. La película es, en definitiva, una obra maestra de Visconti que permanece relevante por su honestidad brutal y su profunda exploración de la condición humana.
Nota: 8.5/10