Oleanna (1994)

“Oleanna” de Robert Benton, estrenada en 1992, no es una película que se olvida fácilmente. Es una obra maestra de la tensión psicológica y la disección moral que se mantiene latente en la mente del espectador mucho después de que terminan los créditos. La película se basa en el ensayo homónimo de Henry James, y lo hace con una fidelidad que, a la vez, le otorga una fuerza inquietante y, a mi parecer, superior a cualquier adaptación anterior.

La dirección de Benton es magistralmente contenida. La película, filmada en gran medida en el entorno austero y casi asfixiante de un dormitorio universitario, consigue generar una atmósfera de inquietud constante. No recurre a excesos dramáticos ni a explosiones emocionales. Más bien, se centra en la gradación de la tensión, en los silencios que pesan más que las palabras, y en las miradas que revelan un torbellino de emociones reprimidas. El uso de la cámara es inteligente y sutil, concentrándose en los rostros de los personajes, especialmente en los de John Richter (Paul Newman), el profesor, y Laureen Waters (Julia Roberts), la estudiante. Benton entiende que la verdadera angustia a menudo reside en lo no dicho, y la película lo explora con una precisión que pocas obras logran.

Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. Paul Newman ofrece una interpretación demérita como John Richter. Su personaje es un hombre complejo, de intelectuales principios pero con una vulnerabilidad subyacente que lo hace terriblemente humano. Newman evita cualquier recurso melodramático, transmitiendo la frustración, la confusión y la creciente conciencia de su propia ambigüedad con una sutileza impresionante. Julia Roberts, por su parte, cumple con creces las expectativas. Su Laureen es una joven inteligente y ambiciosa, impulsada por una necesidad desesperada de reconocimiento. Roberts logra capturar la fragilidad que se esconde tras la fachada de determinación, y la gradual erosión de sus convicciones es profundamente conmovedora. La química entre ambos actores es palpable, contribuyendo significativamente a la intensidad de la historia.

El guion, adaptado magistralmente del texto de James, es el corazón de la película. La confrontación final, aunque contenida, es de una densidad emocional y un impacto moral incomparables. Benton no ofrece respuestas fáciles ni soluciones simples. En lugar de ello, presenta una situación moralmente gris, en la que la verdad se convierte en un objeto fluido y subjetivo. El argumento, que explora los límites del respeto, el poder y la responsabilidad, plantea preguntas incómodas sobre la naturaleza de la autoridad, la manipulación y la búsqueda de la justicia. La película no juzga a ninguno de los personajes, sino que simplemente presenta la realidad de una situación complicada, invitando al espectador a reflexionar sobre su propia posición moral.

En definitiva, “Oleanna” es una película provocadora, inteligente y, sobre todo, profundamente humana. Es una obra que desafía las convenciones del melodrama y que nos obliga a enfrentarnos a nuestras propias ideas preconcebidas sobre el bien y el mal. Es una obra maestra atemporal, que se merece ser vista y revisitada.

Nota: 9/10