Omamamia (2012)

“Omamamia” no es una película que te deja con la boca abierta por su espectacularidad visual o una banda sonora grandiosa. Se trata de una pequeña joya cinematográfica, una comedia delicada y sorprendentemente conmovedora que se instala en tu cabeza y te hace reflexionar sobre el significado de la vida, la familia y, sobre todo, la necesidad de asumir nuestros errores. La película, dirigida con maestría por Silvia de Almeida, apuesta por la intimidad y la autenticidad, lo que la convierte en una experiencia singular en el panorama actual del cine español.

La historia, centrada en la excéntrica abuela Irene, interpretada con una admirable fuerza por Ana Torrent, es una propuesta original. Irene, una mujer de 82 años con una vida repleta de secretos, decide, impulsada por una necesidad imperiosa de expiar un error del pasado, viajar a Roma para buscar una audiencia papal. Su hija, Martina (una Julieta Serrano magnífica), la frustra con uñas y dientes, pero la determinación de Irene es inquebrantable. La película logra construir un compás perfecto entre la comedia, al ver a la hija luchando contra los planes de la madre, y el drama, al profundizar en la carga emocional que Irene lleva consigo durante décadas. La relación entre la abuela y la nieta es el corazón de la película, una mezcla de frustración, cariño y una incomprensión mutua que se resuelve de una manera sorprendentemente humana.

La trama se enriquece con la aparición de Lorenzo (un Javier Gutiérrez, siempre impecable, con un toque de cinismo y sabiduría), un hombre aficionado a la aventura y la vida social. Su inclusión no es gratuita; le proporciona un contrapunto cómico y, a la vez, le ayuda a revelar aspectos profundos de la personalidad de Irene. La comedia es natural y fluida, fruto de diálogos ingeniosos y de las interpretaciones convincentes de los actores. No se recurre a chistes fáciles o a situaciones absurdas; el humor surge de la sutil observación de las costumbres, de las relaciones interpersonales y de la propia naturaleza de los personajes.

La dirección de Almeida se caracteriza por su atención al detalle y su capacidad para crear atmósferas evocadoras. La película sabe transmitir la sensación de una España rural, con sus pueblos tranquilos, sus calles empedradas y sus habitantes que guardan sus secretos con celo. La fotografía de Carlos Martín es exquisita, con una paleta de colores cálida y tonos que recuerdan a la fotografía de los años 70. Sin embargo, lo más importante es que Almeida logra mantener el equilibrio entre la comedia y el drama, creando una experiencia cinematográfica profundamente emotiva.

La película no es perfecta, por supuesto. Algunos diálogos podrían ser más elaborados y la resolución final, aunque satisfactoria, es algo abrupta. Pero a pesar de estas pequeñas carencias, “Omamamia” es una película que te conmueve, te hace reír y te invita a reflexionar sobre la importancia de perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. Es una obra que se queda en la memoria, como un pequeño omamamia que llevas en el corazón.

Nota: 8/10