Onofre (1974)

“Onofre” es una comedia romántica que, a pesar de su premisa simple, logra ser sorprendentemente ambigua y, en última instancia, más conmovedora de lo que esperaba. Dirigida por Rodrigo Dávila, la película se centra en Onofre (interpretado por un magistral Gonzalo Valenzuela), un joven de treinta y tantos que, atrapado en la rutina de su pequeña tienda, se ve envuelto en una serie de intentos fallidos de seducción. La idea central, que implica usar el apartamento y el coche de su amigo, el carismático y libertino Miguel (interpretado por Sebastián Cavandoli), para conseguir la atención de varias mujeres, es el catalizador de una comedia de enredos que, sin ser particularmente original en su planteamiento, se beneficia de la dirección hábil de Dávila y de las sólidas actuaciones de todo el elenco.

La película se construye sobre la frustración de Onofre, un personaje que anhela desesperadamente una conexión significativa pero se ve paralizado por su propia timidez e inseguridad. Valenzuela consigue transmitir esa vulnerabilidad con una sutileza notable, haciendo que el espectador se identifique con su situación. La belleza de las mujeres que persigue Onofre – interpretadas por actrices como Carmen Maura y Lucía Cadena – añade un elemento de irrealismo a la historia, resaltando la búsqueda de un amor que parece esquivo. Sin embargo, la película no cae en clichés fáciles; la comedia se centra en las situaciones absurdas y los malentendidos que surgen de estas percusiones, con un tono agridulce que evita la condescendencia. Las escenas entre Onofre y Asunción (interpretada por la igualmente brillante Daniela Lozano) son particularmente memorables, llenas de diálogos honestos y un anhelo palpable.

La dirección de Rodrigo Dávila es excelente, creando un ambiente de calma y reflexión que contrasta con el caos de las percusiones amorosas. Se nota que la película no busca ofrecer soluciones fáciles ni juzgar a sus personajes. En cambio, se centra en la complejidad de las relaciones humanas, en la dificultad de expresar nuestros sentimientos y en la aceptación de nuestras propias limitaciones. El ritmo de la película es pausado, permitiendo al espectador conectar con la introspección de Onofre y con su búsqueda de significado. La fotografía, con colores cálidos y una iluminación natural, contribuye a crear una atmósfera acogedora, pero también a resaltar la soledad del protagonista.

Aunque el guion podría haber explorado más a fondo algunos de los personajes secundarios, la película logra transmitir un mensaje positivo sobre la importancia de la autenticidad y la perseverancia. No se trata de encontrar el amor de la noche a la mañana, sino de ser fiel a uno mismo y de buscar conexiones genuinas. La película, en su fondo, es un recordatorio de que la felicidad no siempre se encuentra en la búsqueda de un ideal romántico, sino en la aceptación de nuestras propias virtudes y defectos. Es una película que, a pesar de su sencillez, deja una huella duradera gracias a su sensibilidad y a su capacidad para generar empatía.

Nota: 7/10