Operación Canadá (1995)

“Operación Canadá” es, en esencia, una sátira mordaz sobre la paranoia, el nacionalismo exacerbado y la ineptitud política, envuelta en un paquete de comedia absurda y, a veces, sorprendentemente efectiva. La película se presenta como una provocación, un intento deliberado de ridiculizar la tendencia a buscar enemigos extranjeros y a justificar acciones irracionales bajo el pretexto de la seguridad nacional. Y, en ese sentido, logra su objetivo, aunque con una ejecución que no siempre es pulida.

El director, que aquí se mantiene relativamente austero en su estilo, saca partido de la premisa ridícula para crear situaciones hilarantes y momentos de genuina sorpresa. La tensión, cuando es intencional, está bien construida, y las escenas de acción, aunque brevemente mostradas, se sirven con un toque de autoconsciencia que las convierte en un deleite para el espectador que entiende la intención paródica de la película. El ritmo es ágil y la comedia, a menudo de slapstick, se equilibra con diálogos ingeniosos y una crítica social sutil pero presente. No es una comedia para reírse a carcajadas, sino para reflexionar, por eso es más efectiva de lo que quizás se pensaba inicialmente.

El reparto es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. David Spade como el sheriff Boomer es un personaje sobre el que no se puede evitar reírse, incluso cuando su ineptitud es flagrante. Su torpeza, su incapacidad para comprender las implicaciones de sus acciones y su obsesión con la "patriotismo" son retratados con una naturalidad que lo hace inolvidable. También destaca la actuación de Melinda Dillon, que aporta una dosis de humanidad y melancolía a la figura de Honey, la ayudante del sheriff, quien se siente incómoda con las decisiones de Boomer pero se ve obligada a seguirle el juego. La química entre Spade y Dillon es, sin duda, uno de los pilares del éxito cómico de la película.

Sin embargo, el guion no siempre alcanza la perfección. Aunque la premisa es original y el concepto prometedor, algunos diálogos son un poco forzados y las situaciones, a veces, se vuelven repetitivas. Asimismo, la película se adentra en un terreno bastante oscuro con la representación de ciertos estereotipos nacionales, aunque la intención parece ser crítica más que ofensiva. A pesar de estas pequeñas fallas, la película logra mantener el interés del espectador y ofrece una visión satírica interesante sobre la política y el nacionalismo. Es una película que invita a la reflexión, precisamente por su absurdo y por su capacidad de confrontar las absurdas motivaciones que, a menudo, impulsan a los líderes políticos.

Nota:** 7/10