“Operación Gónada” es un ejercicio de cine de época interesante, aunque con limitaciones evidentes. La película, un thriller de espías ambientado en la España de 1940, no ofrece una revolución narrativa, pero sí logra transportar al espectador a un periodo histórico crucial con una cuidada estética y un ritmo pausado que, para algunos, podría resultar abrumador. La dirección de David Moreno se distingue por su dominio de la atmósfera, construyendo un ambiente de intriga palpable a través de la fotografía en blanco y negro, que recuerda a los thrillers de Hitchcock, y el diseño de producción meticuloso, que recrea con gran fidelidad la España del Frente Popular.
La película se centra en la inesperada aparición de una invención ortopédica –suspendiorios térmicos– que, según su creador, un médico poco convencional, podría ser el elemento clave para unir a España y Alemania en su enfrentamiento inminente. La idea, audaz en su concepción, es la base de una trama de espías donde los agentes británicos, liderados por un sutil pero eficiente agente, se infiltran en Madrid con el objetivo de sabotear el regalo. La propuesta es atractiva, y la película se centra en la tensión y el suspense, pero a veces pierde el rumbo, alargándose en escenas que, aunque visualmente atractivas, no aportan demasiado al desarrollo de la historia. La tensión se construye con paciencia, pero se convierte en una tensión contenida, casi estática, carente de momentos de genuino golpe emocional.
El reparto ofrece interpretaciones sólidas. Raúl Fernández, como el doctor inventor, aporta un toque de excentricidad y humor negro, convirtiéndose en un personaje intrigante, aunque con un desarrollo ligeramente superficial. Eva Mendes, en el papel de la cantante de tangos, demuestra una elegancia y un magnetismo que compensan la falta de profundidad en su personaje. Sin embargo, el núcleo de la trama –el sabotaje– se centra en una figura secundaria, un agente británico interpretado por Javier Gutiérrez. Gutiérrez, como siempre, es imponente y convincente, aportando una mirada sombría y una cierta melancolía que le confieren credibilidad a su personaje. La química entre Gutiérrez y Mendes es notable, contribuyendo a crear momentos de tensión erótica que, aunque brevemente, ofrecen un respiro en la tensa atmósfera de la película.
El guion, adaptado de un relato de Juan Antonio Llamas, es quizás su punto más débil. Si bien la premisa es interesante, la ejecución carece de ritmo y las subtramas se desvanecen. Las motivaciones de los personajes, en ocasiones, son poco claras y el desarrollo de los conflictos se siente apresurado. El final, aunque con un toque de ingenio, no logra resolver completamente las tensiones planteadas, dejando un sabor agridulce. Se intuye el potencial de la historia, pero la falta de pulido en el guion impide que se desarrolle plenamente. No es una obra maestra, pero sí un ejercicio cinematográfico interesante que, con un menor desarrollo del guion, podría haber alcanzado un mayor nivel de éxito.
Nota: 6/10