Ophelia (2019)

“Ophelia” no es simplemente una adaptación de la tragedia de Shakespeare; es un exorcismo, una declaración de intenciones artística que intenta desmantelar la narrativa hegemónica y reconstruirla desde un punto de vista radicalmente diferente: el de la protagonista olvidada. La película de la directora Kira Kovich se aventura en un territorio rocoso, buscando otorgarle a Ofelia, la joven de Shakespeare, una voz propia, una agencia que se le había negado durante siglos. La ambición es admirable, y a menudo, la película logra con éxito, aunque el camino elegido no está exento de tropiezos.

El principal logro de “Ophelia” reside en su perspectiva interna. La película, con una fotografía en tonos apagados y la música evocadora de Sufjan Stevens, nos sumerge en la mente atormentada de Ofelia. La actriz Daisy Edgar-Jones ofrece una interpretación magistral, transmitiendo la fragilidad, la confusión y la desesperación de Ofelia con una autenticidad conmovedora. No es una Ofelia pasiva y seductora; es una adolescente presa de dudas, vulnerable a las manipulaciones de Hamlet y, sobre todo, a las presiones de su madre y del rey Claudius. Su mirada, cargada de anhelo y angustia, es el eje central de la película. La directora, sin embargo, a veces se permite demasiadas excursiones visuales y oníricas que, si bien intentan profundizar en la psique de Ofelia, terminan por diluir la narrativa principal.

El guion, adaptado del monólogo final de Shakespeare, es deliberadamente fragmentado y subjetivo. Kovich evita la presentación lineal y los grandes discursos, optando por un lenguaje poético y simbólico. Esto, para bien y para mal, establece una atmósfera de incertidumbre y desasosiego, reflejando la propia confusión de la protagonista. Aunque la historia de amor entre Ofelia y Hamlet es prominente, se presenta como una pieza fragmentada de un rompecabezas mucho más complejo. El personaje de Hamlet, interpretado por Jacob Elordi, es algo frío y distante, un príncipe atrapado en sus propios dilemas y carente de la conexión emocional necesaria para ser un amante verdaderamente cautivador. La Reina Gertrude, interpretada por Helena Bonham Carter, es una figura formidablemente amenazadora, una mujer obsesionada con el poder y la estabilidad de su reino, que sacrifica la felicidad de sus hijos en el altar de la política.

La película no rehuye la violencia y la intriga palaciega, pero las presenta desde la perspectiva de Ofelia, lo que les otorga una sensación de inminencia y horror. La guerra, los asesinatos y las conspiraciones se filtran a través de sus ojos, transformándose en símbolos de su propia desintegración emocional. Sin embargo, el ritmo pausado y la falta de claridad en algunos momentos pueden resultar frustrantes para el espectador que espera una adaptación más directa y contundente de la obra original. “Ophelia” es una película que exige paciencia y una mente abierta, y que recompensa al espectador que está dispuesto a dejarse llevar por su atmósfera melancólica y su particular visión de la tragedia. Es un experimento cinematográfico ambicioso que, a pesar de sus imperfecciones, merece la pena ser visto.

Nota: 7/10