Orgullo en juego (2012)

“Orgullo en juego” (Pride) no es simplemente otro drama deportivo. Es una película que, a través del lacrosse, se convierte en una oda a la perseverancia, la justicia social y el poder transformador del diálogo. Dirigida por Gavin O'Connor, la cinta se aleja de las convenciones del género, ofreciendo una experiencia cinematográfica más rica en matices emocionales y sociales que en pura acción deportiva.

La trama nos sitúa en el corazón de West Branch High School, Wisconsin, donde un equipo de lacrosse compuesto en gran medida por jugadores nativos americanos se enfrenta a la constante discriminación y al desprecio de sus compañeros y de la comunidad. La película, sin embargo, no se reduce a un mero relato de prejuicios. O’Connor construye una narrativa compleja, explorando las raíces del desprecio: la historia del lacrosse, profundamente arraigada en la cultura y la espiritualidad de las tribus nativas americanas, y la posterior desvalorización impuesta por la sociedad blanca. Esta dinámica, de marcada desigualdad y opresión, proporciona la base para un conflicto que trasciende la cancha de lacrosse, convirtiéndose en un símbolo de la lucha por la autodeterminación y la representación.

Las actuaciones son sobresalientes en todos los niveles. Michael Gracey, como entrenador Malik Knight, ofrece una interpretación con una profundidad y autenticidad palpables. Su personaje no es un simple mentor deportivo, sino un hombre atormentado por su pasado y por la lucha por ofrecer una oportunidad a sus jugadores. Jake Matthews, como Lucas Black, da vida a un joven atleta con un talento innato pero con una carga emocional considerable. Su evolución a lo largo de la película es uno de los motores principales de la historia, mostrando el impacto de la creencia en uno mismo y el apoyo de los demás. Las secundarias interpretaciones, como las de Ryan Braun y Adetokumboh Ako-Gaskins, también aportan solidez y credibilidad a la narrativa.

La dirección de O’Connor es magistral en su capacidad para equilibrar la tensión deportiva con la profundidad emocional. El ritmo es pausado, permitiendo al espectador conectar con los personajes y reflexionar sobre los temas que plantea la película. La filmación, con planos amplios y un uso del paisaje que evoca la conexión con la tierra, contribuye a la atmósfera contemplativa y evocadora. Sin embargo, en algunos momentos el desarrollo del guion podría haber sido más dinámico, con ciertas subtramas que, aunque interesantes, se sienten un tanto dilatadas. El enfoque principal en el conflicto interno de los personajes, si bien es central, a veces diluye un poco la acción deportiva, relegándola a un segundo plano. No obstante, la película se justifica completamente por el impacto social y emocional que logra.

“Orgullo en juego” es una película que invita a la reflexión y al diálogo sobre temas importantes como la desigualdad, la identidad y la búsqueda de la justicia. Es un homenaje al lacrosse y a los valores que representa: el trabajo en equipo, la disciplina y el respeto. Una película que, más allá de la competición deportiva, celebra la fuerza de la comunidad y la importancia de creer en uno mismo y en los demás.

Nota: 8/10