“Orígenes” no es una película que te entrega la verdad de golpe, sino que te la ofrece disolución, un paisaje onírico construido con paciencia y una dirección impecable. La película de Sean Hogan se instala, casi por imperativo, en tu mente, dejándote un residuo persistente que te hace cuestionar la naturaleza de la realidad y la fragilidad de la percepción. Desde el principio, la atmósfera es la principal fuerza narradora; un ambiente pesado, con una paleta de colores desaturados y una música inquietante que te precede en cada escena.
La dirección de Hogan es sobresaliente, construyendo lentamente una narrativa que no se basa en el ritmo frenético de un thriller, sino en la sugestión y el detalle. Se enfoca en las emociones y la sensación de desorientación de Ian Gray, interpretado magistralmente por Sam Worthington. Worthington entrega una actuación sutil pero profundamente convincente, transmitiendo la incredulidad, la obsesión y el creciente terror del personaje. Su mirada, a menudo vacía o perdida, encapsula perfectamente la lucha interna de un hombre que se enfrenta a lo incomprensible. La química entre Worthington y la misteriosa mujer, interpretada con una enigmática belleza por Alicia Vikander, es palpable, alimentando la sensación de un enigma que está cerca de resolverse, pero que nunca lo hace plenamente.
El guion, a cargo de Hogan y Logan Hill, es deliberadamente fragmentado. Se abandona el clásico desarrollo de personajes en favor de la exploración de conceptos filosóficos y científicos. Esto podría resultar frustrante para algunos espectadores, pero en mi opinión, es precisamente este enfoque lo que da a la película su singularidad. La película no busca responder preguntas, sino plantarlas y dejarlas flotar en la mente del espectador. La ciencia, representada por la investigación de Ian sobre el ojo humano, se presenta de una forma accesible, aunque no exhaustiva, y se entrelaza con elementos más simbólicos y metafísicos. El guion se apoya en imágenes y conceptos que evocan la neurociencia, la teoría de los universos paralelos y la naturaleza de la conciencia, pero sin caer en explicaciones simplistas o pseudo-científicas. El ritmo lento y la deliberada ambigüedad podrían no ser del gusto de todos, pero contribuyen de manera significativa a la construcción de la atmósfera de incertidumbre que caracteriza a la película.
La banda sonora de Michael Northam es fundamental para el éxito de “Orígenes”. No es simplemente un acompañamiento instrumental, sino un elemento narrativo que refuerza la sensación de disconexión y la exploración de lo desconocido. Las composiciones son melancólicas, inquietantes y evocadoras, logrando crear un ambiente de suspense constante. Los efectos visuales, aunque no son el foco principal, son utilizados de forma inteligente para complementar la narrativa, creando imágenes surrealistas y oníricas que intensifican la sensación de extrañamiento. En definitiva, “Orígenes” es una película que te invita a reflexionar sobre la naturaleza de la realidad, la fragilidad de la percepción y la búsqueda de sentido en un universo aparentemente caótico.
Nota: 7/10