Sally Potter, en su película ‘Orlando’, nos entrega una experiencia cinematográfica profundamente inmersiva, una exploración sutil y a veces desafiante del género y la identidad a través de la lente de un personaje extraordinariamente cambiante. La película no es un melodrama convencional, sino una meditación visual y sonora sobre el paso del tiempo, la belleza, la creatividad y la búsqueda de la propia voz en un mundo dominado por las convenciones sociales.
Timothée Chalamet, en su debut cinematográfico, ofrece una interpretación magistral de Orlando, un joven poeta inglés que se encuentra atrapado en un limbo temporal. Su presencia escénica, la manera en que captura la esencia de la juventud y la curiosidad, es notable. Sin embargo, la verdadera grandeza de la película reside en la dirección de Potter, quien evoca la época de Isabel I con una riqueza visual y una atención al detalle impresionante. La recreación de Londres es, sencillamente, espectacular, y la banda sonora, con elementos de música barroca y música contemporánea, crea una atmósfera evocadora que transporta al espectador al siglo XVI. No obstante, la película no se limita a una mera recreación histórica; Potter despliega imágenes abstractas y oníricas que sugieren la naturaleza efímera de la existencia y el flujo constante del tiempo.
La película se mueve con elegancia a través de los siglos, mostrando a Orlando transformándose de un joven poeta en una mujer en el siglo XVIII, una dama de compañía en el siglo XIX, una artista bohemia en el París de principios del siglo XX y, finalmente, una figura enigmática y liberada en la década de 1990. Este viaje, aunque no siempre lineal, está lleno de momentos de belleza y lucidez. La evolución de Orlando no se presenta como una progresión lineal de cambios, sino como una serie de reflexiones sobre el papel de la mujer en la sociedad, la lucha por la libertad creativa y la búsqueda de un propósito. El guion, adaptado de la novela homónima de Virginia Woolf, no se aferra a una trama convencional. Se centra en la experiencia interna del personaje, en sus pensamientos y emociones, utilizando el lenguaje poético y las descripciones sensoriales para transmitir una verdad profunda y evocadora. A veces, la película puede sentirse contemplativa hasta el punto de requerir paciencia por parte del espectador. La película, en consecuencia, no pretende ofrecer respuestas fáciles, sino plantear preguntas y dejar que el espectador las explore por sí mismo.
En definitiva, ‘Orlando’ es una película exigente pero gratificante, una obra maestra del cine experimental que desafía las convenciones del género y ofrece una visión única del arte, la identidad y el paso del tiempo. No es un espectáculo para todos los públicos, pero aquellos que se atreven a dejarse llevar por su ritmo pausado y su belleza innegable serán recompensados con una experiencia cinematográfica inolvidable.
Nota: 8.5/10