Oro (2017)

“Oro” (Gold), dirigida por Gonzalo Trueba, no es una aventura grandilocuente ni un espectáculo visual deslumbrante, aunque sí consigue sumergir al espectador en la desesperación y la brutalidad de una expedición que se desvanece lentamente en el corazón de la Amazonía. La película, basada en el relato de Joseph Conrad “El corazón de las tinieblas”, se aleja del melodrama romántico que podría esperar el público, optando por un realismo sombrío y profundamente inquietante. Trueba, con un estilo deliberadamente austero, se centra en la gradual erosión mental y física de los personajes, atrapados por la selva, la paranoia y la pérdida de la cordura.

La dirección de Trueba es notable por su capacidad para crear una atmósfera de claustrofobia, incluso en espacios abiertos. Las imágenes son impactantes en su silencio y crudeza. La cinematografía, firmada por Pedro Luño, utiliza la luz y la sombra para subrayar la fragilidad de los hombres, y la vastedad implacable de la selva. Hay una tensión constante, no producto de sustos baratos, sino de la certeza palpable de que el camino que siguen es una espiral descendente hacia la locura. La película no ofrece respuestas fáciles; nos deja a merced del desánimo y la desesperanza. Y esa es, probablemente, su mayor virtud.

Las actuaciones son sobresalientes, con un reparto que entrega interpretaciones cautivadoras. Manolo Grañén, como Lope de Aguirre, domina la complejidad del personaje. No es un Aguirre caricaturesco o un villano maniqueo, sino un hombre marcado por el pasado, la derrota y la convicción en un delirio. Su mirada, al principio firmemente decidida, se va erosionando lentamente, revelando la fragilidad subyacente. Asimismo, Elena Estevez, como Paula, aporta una dignidad y una serenidad que contrastan brutalmente con la locura que los rodea. Sus silencios son tan expresivos como cualquier diálogo, convirtiéndola en una figura de elegancia y fortaleza en medio del caos. El resto del elenco también cumple, transmitiendo la desesperación y la angustia de aquellos que enfrentan la muerte y la pérdida de la esperanza.

El guion, adaptado de Conrad, es preciso y efectivo en su representación de la desintegración del grupo. Se evita la glorificación de la conquista ni la idealización del pasado. La historia no se basa en la búsqueda de la riqueza, sino en la exploración de la naturaleza humana, especialmente en sus límites más oscuros. La película se adentra en temas como la ambición, la fe, la moral y el precio de la ambición. La adaptación, sin embargo, se aleja ligeramente del tono opresivo y ambivalente del original, suavizando algunas facetas, aunque esto le permite conectar más con el público moderno. La historia, aunque arraigada en el relato de Conrad, se siente orgánica y se desarrolla con naturalidad, evitando la artificiosidad. La película, en definitiva, funciona mejor como una exploración psicológica de la condición humana que como una épica aventura.

Nota: 7.5/10