Oro, amor y sangre (1940)

“Oro, Amor y Sangre” es un western moderno que, a pesar de sus ambiciones, termina siendo una experiencia visualmente interesante pero narrativa deficiente. La película, dirigida por Robert Lorenz, se atreve a explorar temas de raza, lealtad y supervivencia en el sur estadounidense del siglo XIX, pero sucumbe a la fórmula del thriller de persecución, relegando a un segundo plano la profundidad que parecía prometida. La película se centra en Kerry Bradford (Casey Affleck, en una actuación sutil y convincente), un oficial de la Unión que, tras su escape de una prisión confederada, se embarca en una audaz misión: interceptar un convoy de cinco millones de dólares en oro destinados a fortalecer la causa confederada. Su camino se complica al encontrar la presencia de dos personajes inesperados: un misterioso simpatizante de la Confederación, Silas (Michael Shannon, con su habitual intensidad perturbadora), y un hábil bandido mexicano, Dante (Benicio del Toro, en un papel que, aunque estilizado, carece de la chispa que lo caracteriza).

La dirección de Lorenz se distingue por su uso vibrante de la fotografía. La película está envuelta en una paleta de colores intensos, que oscila entre el ocre del desierto y el rojo sangre de las batallas, creando una atmósfera visualmente rica y memorable. La acción, aunque frenética y bien coreografiada, se siente, a veces, desvinculada de la lógica interna de la historia. El ritmo, por lo tanto, se percibe desigual, alternando momentos de tensión palpable con secuencias de persecución que resultan más espectaculares que emocionales. Lorenz busca, con éxito, evocar el paisaje hostil y desolador del suroeste, pero no siempre consigue que ese entorno se integre de manera orgánica en la trama.

La fortaleza de la película reside en las interpretaciones de Affleck y Shannon. Affleck, con su habitual reserva y elegancia, transmite la complejidad moral de Bradford, un hombre atormentado por su pasado y dividido entre su deber y sus principios. Shannon, en cambio, se entrega por completo al papel de Silas, un personaje ambiguo y profundamente perturbador, que personifica la crueldad y la ambivalencia del conflicto. Sin embargo, a pesar de la química palpable entre los dos actores, el guion, escrito por Robert Lorenz y Kevin Dryer, carece de la sustancia necesaria para explotar al máximo sus talentos. Diálogos a veces torpes y una trama que se complica sin una justificación convincente contribuyen a la sensación de que la película no alcanza su potencial.

Dante, interpretado por Del Toro, es un personaje interesante, dotado de un carisma y una habilidad que se ven desaprovechados. Si bien Del Toro aporta una fuerza visual y una presencia imponente, su arco argumental es breve y superficial, dejando al espectador con la impresión de que su personaje podría haber sido mucho más relevante para la historia. El conflicto principal, la lucha por el oro, se siente repetitivo y predecible, y la resolución, aunque satisfactoria en términos de acción, carece de resonancia emocional.

En definitiva, “Oro, Amor y Sangre” es un western revisionista con momentos brillantes, pero que termina siendo una experiencia de entretenimiento convencional. Aunque la dirección es cuidada y las actuaciones son sólidas, el guion falla en aportar profundidad y originalidad a la narrativa. Se siente como una película que busca ser algo más, pero que se conforma con ser otra historia de persecución en el salvaje oeste.

Nota: 6/10