Oro negro (2011)

“Oro negro” no es simplemente una película de acción y aventura en el árido paisaje de la península árabe; es una meditación sobre la ambición, la lealtad y el precio del poder en un contexto histórico turbulento. La película de James Gray nos sumerge en la Arabia de los años treinta, un período de transformación radical marcado por la creciente amenaza de la modernidad, representada por la exploración de yacimientos petrolíferos, y el implacable enfrentamiento entre dos emiratos rivales. Gray logra construir un ambiente visceral, donde el sol implacable y la arena abrasadora se convierten en personajes más que en meros fondos de pantalla.

La dirección de James Gray es, sin duda, uno de los pilares de esta película. Su estilo, conocido por su intensidad y su visión particular, se manifiesta con especial fuerza aquí. El uso del color es magistral; el blanco y el negro dominan, enfatizando la crudeza y el drama, con destellos de rojo que simbolizan la sangre y la violencia. Los planos largos, a menudo sin movimiento, permiten que la historia respire, creando una atmósfera opresiva y que nos obliga a seguir la evolución de los personajes. Gray no rehúye la complejidad del guion, permitiendo que los dilemas morales y las decisiones difíciles de Auda sean presentados con honestidad y sin concesiones.

Tahar Rahim, como Auda, ofrece una actuación que se considera, en mi opinión, la mejor de su carrera. Su interpretación es increíblemente sutil y matizada. Auda no es un héroe tradicional; es un hombre atormentado, dividido entre su deber, su ambición y sus propios demonios. Rahim transmite con creencia esta dualidad, mostrando tanto la fuerza y la determinación del personaje, como la vulnerabilidad y la desesperación que le carcome. Las escenas de diálogo son particularmente potentes, donde la mirada de Rahim cuenta más que las palabras. La química entre Rahim y la joven Léa Seydoux, quien interpreta a una figura femenina compleja y desafiante, es palpable y añade una capa extra de complejidad a la trama. Las interpretaciones secundarias también son de alto nivel, especialmente la de Adam Bakri como el leal y pragmático Jafar.

El guion, adaptado de la novela de William F. Collier, es rico en detalles históricos y culturales. La película no se limita a la acción y el espectáculo; explora las tensiones sociales, políticas y religiosas de la época. La película, sin embargo, carece de un desarrollo de algunos personajes secundarios, y el ritmo, en algunos momentos, puede resultar un poco lento. Algunas subtramas, aunque interesantes, no llegan a su pleno desarrollo, lo que podría haber enriquecido la trama. A pesar de ello, la película logra crear un universo convincente y una historia que invita a la reflexión sobre la naturaleza del poder y el impacto de las decisiones individuales.

Nota: 8/10