Otra ciudad, otra ley (1986)

“Otra ciudad, otra ley” (Another City, Another Law) es una película que, después de mucho tiempo esperando, logra recuperar la esencia del cine de acción clásico de los años 70, con un toque de elegancia visual que recuerda a películas como "La gran calma" (The Good, the Bad and the Ugly). Dirigida por Sam Peckinpah, la película no es solo un espectáculo de disparos, sino una meditación sobre la monotonía de la vida, la nostalgia y el regreso a lo que define a un hombre. Aunque la premisa, un atraco a un tren de 30 años atrás, pueda parecer un cliché, Peckinpah le inyecta un profundo matiz que va más allá de la simple acción.

La dirección de Peckinpah es magistral. No se apoya en explosiones descontroladas o violencia gratuita, sino en el realismo y la atmósfera. Cada disparo se siente pesado, cada movimiento es deliberado. La película se centra en la tensión y la incomodidad, creando una sensación palpable de peligro inminente. La banda sonora de Jerry Goldsmith, con su uso prominente del sonido ambiental, contribuye enormemente a esta atmósfera inquietante. Peckinpah logra construir una narrativa visualmente rica, utilizando planos amplios que contemplan el paisaje árido de Nevada, y primeros planos que transmiten la dureza de los personajes.

Las actuaciones son excepcionales. James Lancaster y Robert Mitchum, en sus roles de Harry Doyle y Archie Lang, respectivamente, ofrecen interpretaciones sólidas y con profundidad. Mitchum, en particular, encarna la melancolía y el arrepentimiento de un hombre que ha perdido el rumbo. Su presencia es fundamental para el desarrollo emocional de la historia. Lancaster, por otro lado, transmite la determinación y el cinismo de Harry Doyle, un hombre que, a pesar de su pasado, sigue aferrado a su manera de hacer las cosas. El dúo tiene una química natural que permite que sus interacciones sean convincentes y llenas de tensión.

El guion, adaptado de la novela de Frederic Wakeman, es inteligente y no se limita a la trama del atraco. Se profundiza en la relación entre Harry y Archie, explorando sus motivaciones, sus miedos y sus recuerdos. La película plantea preguntas sobre la identidad, la redención y el precio de la libertad. La secuencia del atraco al tren es, sin duda, el punto culminante de la película, pero la tensión se construye de manera gradual y efectiva a lo largo de toda la historia. La decisión de regresar a ese tren después de tanto tiempo es, en esencia, una declaración de principios, una reafirmación de su identidad. La película, en definitiva, no sólo cuenta una historia de crímenes, sino que explora la condición humana en su forma más cruda y honesta.

Nota: 8.5/10