Otro día feliz (2011)

“Otro día feliz” (Another Happy Day), la nueva película de Gary Oldman, no es una comedia al estilo de las típicas reuniones familiares explosivas. Es una observación sutil, aunque a veces desarmantemente triste, sobre la desconexión y las heridas del pasado. Oldman, con su habitual maestría, dirige una película que se centra en la incomunicación y la dificultad de abordar el dolor, ofreciendo un retrato de una familia disfuncional donde el amor, si es que existe, está enterrado bajo capas de resentimiento y evasión. La película no busca el hilaridad fácil; el humor, cuando aparece, es agridulce y nace de la incomodidad de las situaciones.

La premisa –la boda de Dylan, hijo de una mujer que ha intentado enterrar su pasado– sirve como catalizador para que la familia se reúna y, inevitablemente, para que resurjan viejas tensiones. El núcleo de la película se centra en Lynn (Ellen Barkin), la madre, una mujer de apariencia dura pero con una vulnerabilidad que intenta desesperadamente ocultar. Barkin entrega una actuación magistral, transmitiendo con sutileza el peso del pasado y la desesperación por mantener las apariencias. Su interpretación es la pieza central de la película, ya que a través de sus gestos, su mirada, su silencio, el espectador comprende la profundidad de su dolor. A su lado, Thomas Haden Church ofrece un Paul con una amargura palpable, un hombre que se siente atrapado en un ciclo de decepciones. La química entre Barkin y Church es fundamental, creando una dinámica de tensión y desconexión que es convincente y natural. Los tres hijos, interpretados por Kate Bosworth, Ezra Miller y Daniel Yelsky, aportan también sus elementos, aunque sus personajes carecen del mismo nivel de desarrollo que los de sus padres.

La dirección de Oldman es precisa y elegante. Se evita caer en clichés familiares y se centra en los detalles: las miradas, los silencios, las pequeñas interacciones que revelan las verdaderas intenciones de los personajes. La fotografía, en tonos apagados, contribuye a crear una atmósfera melancólica y ligeramente opresiva. La banda sonora, minimalista y evocadora, realza la sensación de incomodidad y desasosiego. Sin embargo, el guion, a pesar de la sólida dirección, tiene momentos de previsibilidad y algunos diálogos que, aunque honestos, podrían haber sido más elaborados. El ritmo, aunque pausado, podría resultar lento para algunos espectadores que busquen una película con más acción o conflicto. A pesar de esto, la película consigue mantener el interés gracias a la actuación excepcional de Barkin y a la atmósfera que logra crear.

Finalmente, “Otro día feliz” es una película que, más allá de la comedia familiar, explora temas universales como el perdón, el dolor, la incomunicación y la búsqueda de conexión. Es una reflexión honesta y, en última instancia, conmovedora sobre las heridas del pasado y la dificultad de superar el pasado. No es una película que te hará reír a carcajadas, pero sí te obligará a reflexionar sobre las complejidades de las relaciones humanas.

Nota: 7/10