Otto; or, Up with Dead People (2008)

“Otto; or, Up with Dead People” no es una película para el espectador ligero. Es una experiencia visceral, perturbadora y a la vez profundamente humana que te obliga a confrontar los entresijos de la memoria, el trauma y la búsqueda de identidad, incluso en la condición más inusual: la de un zombi. Dirigida por Jey Crisfar, la película se erige como un estudio de personajes complejo y fascinante, lejos de la mera comedia zombie o el gore gratuito. En lugar de eso, se centra en la soledad y la desesperación de Otto, un zombi que, como un fantasma, se niega a encontrar un lugar en el mundo.

La dirección de Crisfar es notable. La película no se conforma con mostrar un zombi vagando sin rumbo; la construye meticulosamente. La atmósfera de Berlín post-industrial, desolada y llena de sombras, se convierte en un personaje en sí mismo. El uso de la fotografía, con tonos apagados y contrastes marcados, genera una sensación constante de inquietud y desasosiego. Pero lo realmente importante es que Crisfar construye la narrativa con una lentitud deliberada, permitiendo que el espectador se sumerja en la mente fragmentada de Otto y en los secretos que intenta desenterrar. Se nota una clara influencia del cine de arte y del cine negro, lo que le otorga a la película un encanto particular.

Las actuaciones son excepcionales. Jey Crisfar interpreta a Otto con una honestidad brutal, transmitiendo la confusión, el dolor y el anhelo de un ser que ha perdido su pasado. Marcel Schlutt, como el excéntrico director Medea Yarn, aporta un toque de locura brillante y una innegable carismática desorden. Christophe Chemin y Stephanie Heinrich complementan el elenco, ofreciendo interpretaciones sólidas que contribuyen a la complejidad de las relaciones que se desarrollan en la película. Particularmente relevante es la tensión palpable en las interacciones entre Medea, Otto y el perturbador Adolf Bent, un hermano que parece alimentarse de la desesperación de los demás.

El guion es el corazón de la película. Es inteligente, ambicioso y a menudo incómodo. La historia, que se enriquece con toques de humor negro, explora temas profundos como el amor perdido, el trauma familiar, la naturaleza de la memoria y el peso del pasado. La película no se limita a narrar la historia de un zombi; explora las consecuencias de las relaciones humanas, el poder de la nostalgia y la búsqueda de redención, incluso para aquellos que ya no pueden experimentar la vida como los humanos. La trama, aunque lenta, se recompensa con revelaciones impactantes y un final que dejará al espectador reflexionando mucho tiempo después de que los créditos rueden.

La película, aunque quizás no apta para todos los públicos, es una obra cinematográfica potente y memorable. Es una experiencia que te acompañará, que te obligará a mirar de nuevo el pasado y a cuestionar los límites de lo que significa estar vivo, incluso si ya no se respira.

Nota: 8.5/10