Ötzi e il mistero del tempo (2018)

“Ötzi e il mistero del tempo” es una película que se instala en la mente como una reverberación, un eco inquietante de un misterio que, en realidad, ya es conocido. La trama, aunque sencilla en su planteamiento, se adentra en un terreno de especulación y atmósfera, buscando generar tensión y, en última instancia, un sentimiento de inquietud existencial. La historia nos presenta a Kip, interpretado con una sensibilidad palpabile por Diego Delpiano, un joven marcado por la pérdida y la obsesión con el mummy de Ötzi, y su viaje personal se entrelaza con el misterio que rodea a la figura ancestral italo-austriaca.

La dirección de Simone Pieranni es deliberadamente contemplativa, cultivando un ritmo pausado que refleja la introspección del protagonista y la lentitud con la que se desarrolla el evento central. No hay explosiones visuales ni giros argumentales precipitados; en su lugar, se prioriza la creación de una atmósfera de incertidumbre y melancolía. Este enfoque, aunque eficaz para generar suspense, podría resultar tedioso para algunos espectadores, requiriendo una cierta paciencia y predisposición a dejarse arrastrar por la narrativa. La película sabe jugar con la luz y la sombra, reforzando la sensación de misterio que envuelve a Ötzi y la vida de Kip. La utilización del Museo de Arqueología del Tirol del Sur como escenario principal es muy acertada, otorgándole un valor simbólico importante al situar el conflicto en el corazón del conocimiento científico y el pasado.

Las actuaciones son sólidas. Alessandra Mastronardi aporta una presencia imponente como una investigadora en el museo, cuya conexión con el mummy es más profunda de lo que aparenta. Michael Smiley, siempre memorable por su carácter inusual, ofrece un toque de humor negro que alivia la tensión, sin perder el tono sombrío. Sin embargo, la figura de Deirdre Mullins, interpretando a la madre de Kip, podría haberse desarrollado con mayor profundidad, considerando su papel crucial en la motivación del protagonista. La conexión emocional entre madre e hijo, aunque presente, no alcanza el impacto deseado. Delpiano, en el papel de Kip, logra transmitir el dolor y la vulnerabilidad del personaje, y su evolución a lo largo de la película es el corazón de la narración.

El guion, aunque no es una obra maestra, cumple su cometido. La ambientación es impecable, y la idea de que el mummy, después de miles de años, resurta brevemente es un concepto interesante y que invita a la reflexión. La película explora temas como la pérdida, la memoria y la fragilidad del tiempo, pero no llega a profundizar en ellos de una manera particularmente innovadora. El misterio central, sin embargo, es intrigante y aunque se resuelva de forma relativamente directa, deja al espectador con preguntas sobre la naturaleza de la vida, la muerte y el legado que dejamos atrás. No es una película que te obligue a pensar, pero sí que te hace reflexionar.

Nota: 6/10