Jugar con fuego (1929)

“Jugar con fuego” es un melodrama de los ochenta que, a pesar de su evidente estética y un guion a veces predecible, logra mantener el interés gracias a la química entre sus protagonistas y un diseño de producción que evoca la atmósfera de Miami durante esa época dorada. La película, dirigida por David Knight, no pretende revolucionar el género romántico, sino ofrecer una distensión ligera y entretenida, perfecta para una noche de cine en casa.

La historia se centra en Billie, interpretada con una energía desbordante por Elizabeth Shue. Shue aporta una vitalidad y un encanto que logran conectar con el espectador desde el principio. Su Billie es una joven ambiciosa y astuta, dispuesta a hacer lo que sea para conseguir su objetivo: el puesto diplomático para Gil (Martin Ferrero), su prometido. Sin embargo, la ambición de Billie se ve complicada por la creciente atracción que siente por Kentucky (Phoebe Nash), la inocente y encantadora mejor amiga de Gil. La tensión entre estas dos mujeres crea un punto de conflicto central que impulsa la trama y genera momentos de genuina intensidad, aunque, en ocasiones, la resolución de estas situaciones parece algo forzada.

La actuación de Martin Ferrero como Gil es funcional pero, lamentablemente, no le permite profundizar en la complejidad de su personaje. Es un hombre atrapado entre el amor y la promesa, y Ferrero, aunque competente, no consigue transmitir la lucha interna que la situación le implica. Phoebe Nash, por su parte, ofrece una interpretación sutil y delicada como Kentucky, la figura de la inocencia que contrasta con el desenfreno de Billie. La relación entre estas dos mujeres, con sus miradas, sus gestos y sus silencios, es el corazón de la película.

El guion, aunque carente de grandes sorpresas, se beneficia de su ritmo ágil y de la manera en que explora la dinámica de deseo y traición. Los flashbacks, utilizados con moderación, ofrecen información esencial sobre el pasado de los personajes y contribuyen a entender sus motivaciones. La dirección artística es impecable; el vestuario, la música y la fotografía transportan al espectador a Miami en los años 80, creando una atmósfera vibrante y sofisticada. Las escenas nocturnas, bañadas en luces y colores llamativos, son particularmente memorables. La banda sonora, compuesta por Giorgio Moroder, es un elemento fundamental para establecer el tono de la película. Los sintetizadores y ritmos disco definen la estética de la época y complementan a la perfección las imágenes.

A pesar de algunas fallas argumentales y actuaciones que, en algunos momentos, resultan un tanto planas, “Jugar con fuego” es una película de los ochenta que sabe sumergir al espectador en su ambiente y en sus personajes. Es un melodrama ligero y entretenido, perfecto para aquellos que buscan una distensión agradable y un viaje al pasado. La película evoca un glamour y una sensualidad que son características del cine de la época, y su banda sonora es una joya.

Nota: 7/10