Over the Brooklyn Bridge (1984)

“Over the Brooklyn Bridge” es una película que, a pesar de su aparente simplicidad, nos presenta una pequeña pero significativa fábula sobre la búsqueda de la independencia y el peso de las expectativas familiares. El director, Stephen Jacobs, consigue crear un retrato de la vida judía en Brooklyn durante los años 70 con un realismo que a veces se acerca a lo crujiente, y una sensibilidad que, en el fondo, palpita con una melancolía conmovedora. La historia se centra en Saul Perlman, interpretado con una dignidad rotunda por Ben Foster, un hombre atrapado entre el deseo de escapar de las garras de su padre, un inmigrante judío obstinado y controlador, y la implacable presión de su novia, una modelo de moda aparentemente superficial pero con una vulnerabilidad oculta. La premisa, la ambición de abrir un restaurante en Manhattan, parece un vehículo simple para una historia de superación, pero Jacobs la llena de matices emocionales y momentos de humor sutil y perspicaz.

La dirección de Jacobs se basa en la observación paciente y un enfoque naturalista. No recurre a grandilocuencia ni a artificios cinematográficos. Se centra en los pequeños detalles, en las conversaciones cotidianas, en las expresiones faciales que revelan el conflicto interno de Saul. El ambiente de Brooklyn en esa época se siente tangible, con sus calles llenas de vida, sus pequeños negocios, sus rostros familiares. La fotografía es discreta pero efectiva, capturando la luz y la atmósfera de la ciudad. Sin embargo, quizás la debilidad de la película radica en su ritmo lento y pausado. Si bien este enfoque permite una inmersión profunda en la vida de Saul, también puede resultar un tanto tedioso para el espectador que busca una narrativa más dinámica. La película no se apresura a mostrar la evolución de la trama; la mayoría del tiempo, estamos observando la introspección de su protagonista.

Las actuaciones son excepcionales. Ben Foster ofrece una interpretación contenida pero impactante de Saul. Su personaje es complejo y contradictorio: un hombre que anhela la libertad pero que, a la vez, se siente culpable por abandonar a su familia. El contraste entre su exterior duro y su interior vulnerable es magistral. Es especialmente efectivo el trabajo de Sarahkatesy, que interpreta a la novia de Saul, Evelyn. Ella no es simplemente la antagonista; su personaje es una víctima de las expectativas sociales y familiares, y su relación con Saul se construye con sutileza y profundidad. El resto del elenco secundario, con interpretaciones sólidas, contribuye a la autenticidad del universo en el que se mueve Saul.

El guion, escrito por Jacobs y el veterano Robert Dallek, es sólido, aunque no particularmente original. La historia aborda temas universales como la familia, la ambición, la identidad y la búsqueda de la felicidad. Sin embargo, el desarrollo de la trama es relativamente lineal y las resoluciones son predecibles. El guion no intenta revolucionar el género dramático, sino que se conforma con contar una historia sencilla pero emotiva, centrada en el personaje de Saul y sus luchas internas. La película logra, sin embargo, transmitir un mensaje sobre la importancia de comprender las raíces familiares y de honrar el pasado, sin caer en un sentimentalismo excesivo. La película no busca generar un drama apocalíptico, sino un pequeño drama cotidiano que resuena en el espectador.

Nota: 6.5/10