Oz, un mundo de fantasía (2013)

“Oz, un mundo de fantasía” es una reinvención audaz y, en última instancia, decepcionante del clásico de la literatura infantil. Michael Grandage se enfrenta a un reto monumental: adaptar un cuento tan arraigado en la imaginación popular y reinterpretarlo para un público moderno. El resultado es una película visualmente deslumbrante, pero que, a pesar de sus brillantez técnica, carece del corazón y la magia que hacen que la historia original siga siendo tan querida.

La dirección de Grandage es impecable en lo visual. El País de Oz, lejos de ser una mera recreación estilizada, se presenta como un mundo vibrante y lleno de contrastes. Los colores son intensos, los escenarios espectaculares, y la puesta en escena, en general, es sumamente cuidada. La película se beneficia enormemente de la fotografía, que captura la atmósfera onírica y maravillosa del lugar. Sin embargo, esta belleza visual, aunque innegable, no compensa la debilidad del guion.

El guion es, sin duda, el principal problema de la película. Se basa demasiado en la trama original, tomando elementos clave como el miedo de Dorothy, el león cobarde, el espantapájaros torpe y el mago malvado. Pero, en lugar de profundizar en las emociones y motivaciones de los personajes, se limita a recontarlos de manera superficial. La evolución de Oscar Diggs (James Franco) como persona y como mago, es desapasionada y poco convincente. Franco entrega una actuación competente, pero su Oscar carece de la vulnerabilidad y el humor que caracterizan al personaje. Las actuaciones de Mila Kunis, Rachel Weisz y Michelle Williams son sólidas, cada una aportando su propia interpretación al papel de las brujas. Sin embargo, incluso ellas se ven limitadas por la falta de profundidad del guion.

El conflicto central, la lucha entre las brujas para alcanzar el poder, es interesante, pero se desarrolla de forma apresurada y sin el desarrollo necesario. La película intenta explorar temas como la apariencia versus la realidad, el poder de la autoestima y la búsqueda de la identidad, pero estos temas se plantean con poca convicción. La historia de Dorothy, relegada a un papel secundario, no se explora adecuadamente, lo que deja un sabor agridulce al final. La película parece querer ser tanto un homenaje al clásico como una adaptación radical, y en el proceso, termina perdiendo el equilibrio. Se intuye el deseo de modernizar la historia, pero la actualización se siente forzada y, en última instancia, no logra transmitir la esencia del relato original.

A pesar de sus defectos, “Oz, un mundo de fantasía” es un espectáculo visualmente atractivo, con buenas actuaciones de su elenco. Sin embargo, la historia es demasiado plana y superficial para ser considerada una adaptación memorable. La película se queda a medio camino entre el clásico y la modernidad, sin alcanzar la perfección ni la innovación que se esperaba de un proyecto de esta magnitud.

Nota: 6/10