Padre a la fuerza (2011)

“Padre a la fuerza” (Kokowääh) es una película sorprendente, un ejercicio de humor negro y melodrama que, contra todo pronóstico, resulta ser conmovedora y, en ocasiones, hasta inquietante. La premisa, inicial y deliberadamente absurda –un escritor solitario descubre que su hija es, de repente, una extraña desconocida– podría haber resultado en un festival de clichés. Sin embargo, el director, Marc Freitag, logra construir una narrativa que, lejos de caer en la parodia barata, se adentra en las profundidades de la soledad, la identidad y la responsabilidad parental de una manera inesperada.

La dirección de Freitag es magistral en su capacidad para crear una atmósfera palpable de disonancia. El uso de colores desaturados, la iluminación contrastada y la banda sonora, a menudo perturbadora, funcionan a la perfección para subrayar el aislamiento y la confusión del protagonista, Henry (interpretado con una vulnerabilidad genuina por Ben Whishaw). La película no se dedica a explicar por qué Magdalena (Lena Nilsson) aparece o cómo se relaciona con Henry, y esta ambigüedad deliberada es una de sus mayores fortalezas. En lugar de respuestas fáciles, la película nos obliga a cuestionar la realidad y a sentir la angustia del personaje central.

Whishaw ofrece una actuación sobresaliente. Su capacidad para transmitir el torbellino emocional de Henry – desde la incredulidad y el miedo hasta la desesperación y, eventualmente, el amor– es impresionante. Lena Nilsson, como Magdalena, es una actuación igualmente memorable. Su personaje, con su mirada intensa y su comportamiento extraño, genera una mezcla de fascinación y temor en el espectador. La química entre los dos actores es sutil pero poderosa, construida sobre una base de desconfianza y anhelo.

El guion, escrito por Freitag y Simon Fitznell, es, sin duda, la joya de la corona de la película. Es inteligente, ambiguo y desafiante. No ofrece explicaciones convenientes, sino que se centra en los sentimientos y las emociones de los personajes. La historia se desarrolla con una lentitud deliberada, permitiendo al espectador sumergirse en la confusión y el aislamiento de Henry. Si bien la trama puede parecer lenta para algunos, es precisamente esta lentitud la que permite que la película tenga un impacto emocional tan profundo.

El título original, “Kokowääh”, es un guiño irónico al choque cultural y a la barrera del lenguaje, un reflejo de la alienación que siente Henry. La película, a pesar de sus elementos surrealistas, es profundamente humana y plantea preguntas importantes sobre la naturaleza de la paternidad y la búsqueda de identidad. No es una película fácil de ver, pero sí es una película que te quedará en la mente mucho tiempo después de que terminen los créditos. Es unánime en su capacidad para provocar y, en el fondo, para tocar lo más vulnerable de nuestra condición humana.

Nota: 8/10