“Painted Skin: The Resurrection” es, sin duda, una experiencia cinematográfica radicalmente inmersiva, una película que no solo te cuenta una historia, sino que te arrastra a un mundo de fantasía oscura y retorcido, poblado de personajes complejos y rituales inquietantes. Dirigida por Keqiang Wang, esta película es un ejercicio notable de estética visual y atmósfera, donde el horror no reside tanto en la sangre y los gritos, sino en la palpable sensación de decadencia moral y la fragilidad de la humanidad.
La historia, inspirada en el mito chino de la piel pintada, se centra en la Du Yin, un demonio de miles de años atrapado en un ciclo de venganza. Su existencia, carente de un corazón humano y, por ende, incapaz de sentir verdaderamente, le ha condenado a la eternidad, una existencia vacía y repetitiva. La necesidad de un corazón puro para alcanzar la humanidad le impulsa a buscar la transformación a través de un pacto inquietante con un monje budista, el Hermano Jue, quien se sacrifica voluntariamente para aliviar el sufrimiento del demonio. Esta premisa, ya de por sí perturbadora, es llevada a su máxima expresión en una serie de escenas visualmente deslumbrantes y psicologicamente intensas. Wang construye con maestría la tensión a través de la ambigüedad moral, presentando a personajes que operan en zonas grises, donde la redención y la maldad se entrelazan sin piedad.
El director no rehúye de las imágenes grotescas, pero su uso de la lente y la composición crea un efecto de distanciamiento que invita a la reflexión. La belleza visual, en cierto modo, contrasta con la naturaleza del horror, añadiendo una capa de complejidad a la narrativa. Las actuaciones son impecables, destacando especialmente la de Xiong Zang como Du Yin, quien logra transmitir la desesperación y el anhelo de este ser atormentado, a pesar de su apariencia infernal. El rostro de Xiong Zang, en particular, es un testimonio de la lucha interna que se desarrolla en su personaje. La interpretación de Zang Jiali como el Hermano Jue es también convincente, capturando la desesperación y el sacrificio con una sutileza conmovedora.
Sin embargo, el guion, aunque ambicioso, a veces se pierde en el exceso de detalles y en la necesidad de explicar cada uno de los rituales y mitos que forman parte del universo de la película. Aunque la atmósfera y la dirección son consistentemente sólidas, algunas subtramas podrían haberse desarrollado de manera más concisa, permitiendo un mayor impacto en el espectador. A pesar de este pequeño defecto, "Painted Skin: The Resurrection" es una película que permanece en la memoria con una fuerza innegable. Es una obra que merece ser vista, no por su terror superficial, sino por su exploración de la naturaleza del alma, la búsqueda de la redención y el precio del sacrificio. Es un ejemplo de cómo el cine puede usar la fantasía para abordar temas universales y provocar una reflexión profunda.
Nota: 7.5/10