“Pájaro blanco de la tormenta de nieve” (White Bird: A Story of Iceland, en inglés) no es una película que te ofrece respuestas fáciles. Laura Kasischke, conocida por su introspección y su capacidad para capturar la melancolía, ha trasladado a la pantalla con éxito, aunque no sin dificultades, su aclamada novela. La película, dirigida por Philipp Berg, es un viaje lento y deliberado a la psique de Kat Connors, una adolescente que se enfrenta a la inexplicable desaparición de su madre, una figura idealizada y enigmática que envuelve la historia con una atmósfera de misterio y fragilidad.
El guion, adaptado de manera respetuosa por Julia de Civic, se centra en la desorientación y el dolor de Kat. No hay giros retorcidos ni revelaciones grandiosas; la película se basa en la observación minuciosa de las emociones de la protagonista. Las conversaciones, a menudo cortas y aparentemente triviales, revelan las profundidades de su relación con su madre y los intentos desesperados de Kat por comprender el vacío que su ausencia ha dejado. La película se adentra en el terreno del recuerdo y la percepción, planteando preguntas sobre la naturaleza de la verdad y la forma en que construimos nuestras memorias familiares. Sin embargo, el ritmo pausado podría resultar frustrante para algunos espectadores, y la falta de acción directa puede dar la impresión de que la película se alarga innecesariamente. En momentos, la película se pierde en un flujo de imágenes y sonidos que, si bien buscan evocar la atmósfera islandesa, a veces se sienten más como una acumulación de sensaciones que como parte esencial de la narrativa.
La actuación de Alicia Vikander como Kat Connors es, sin duda, el corazón de la película. Vikander transmite con una sutileza asombrosa la angustia, la confusión y la creciente determinación de Kat. Evita el melodrama y se centra en la expresión sutil de las emociones, creando un retrato creíble y conmovedor de una joven que se encuentra a la deriva. Los actores secundarios, aunque con roles más limitados, contribuyen a la atmósfera general con interpretaciones auténticas y sin artificios. Especialmente se destaca la interpretación de Björn Hirthus como el padre de Kat, que aporta una mezcla de ternura y fragilidad a un hombre que se ve incapaz de comprender la desesperación de su hija. La fotografía, con una paleta de colores apagados y paisajes nórdicos impresionantes, refuerza la sensación de aislamiento y la belleza sombría del entorno islandés.
“Pájaro blanco de la tormenta de nieve” no es una película que te va a dejar con todas las preguntas resueltas. Más bien, es una experiencia introspectiva que te invita a reflexionar sobre el impacto de la pérdida, las complejidades de las relaciones familiares y el poder de la memoria. Es una película que, si bien requiere paciencia y una disposición a dejarse llevar por su ritmo lento, recompensa al espectador con una visión poética y conmovedora de la pérdida y el proceso de reconstrucción personal. No es una película para todos, pero para aquellos que aprecien la narrativa atmosférica y el retrato psicológico, “Pájaro blanco de la tormenta de nieve” es una joya cinematográfica, un ecosistema emocional particular y persistente.
Nota: 7/10