“Palíndromos” es una propuesta cinematográfica que, a primera vista, podría parecer un drama adolescente convencional. Sin embargo, tras una aproximación más detenida, revela ser una exploración sutil y perturbadora de la desesperación, la identidad y la búsqueda de significado en un mundo que a menudo parece desorientador. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices; en cambio, opta por la ambigüedad y la melancolía, dejando al espectador con preguntas más que respuestas.
La dirección de Gabriel Escalante es precisa y cautivadora. Escalante maneja la cámara con una delicadeza que se suma al tono contemplativo de la historia. La fotografía de Alejandro Huertas es fundamental; el uso de colores apagados y la atmósfera onírica contribuyen a crear una sensación de irrealidad y de aislamiento en la que se mueve Aviva. No se trata de un melodrama visualmente impactante, sino de una construcción cuidadosa de un estado emocional y psicológico complejo. Su elección de escenarios, a menudo vacíos y silenciosos, refuerza la soledad del personaje.
Ello está profundamente ligado al trabajo de la protagonista, interpretada magistralmente por la joven Sofía Campos. Campos ofrece una actuación sorprendentemente madura y convincente. Logra transmitir la frustración y la angustia de Aviva con una naturalidad que evoca una profunda empatía. No recurre a clichés adolescentes, sino que explora la vulnerabilidad y la desesperación del personaje con una honestidad brutal. Su mirada, a menudo perdida en el vacío, se convierte en el eje central de la película. La química que establece con los personajes secundarios, especialmente con su encuentro en el camino, es sutil pero efectiva, construyendo momentos de genuino interés.
El guion, adaptado de la novela de Fabián Escalante, se centra en la experiencia de Aviva como un espejo de las ansiedades y las dudas de la sociedad contemporánea. La película aborda temas como la presión social para conformarse a los roles tradicionales, la obsesión por la maternidad y la búsqueda de la propia identidad. Sin embargo, lo que realmente destaca es la forma en que explora la naturaleza subjetiva de la realidad. La percepción de Aviva se desvía constantemente, creando un mundo alternativo donde las convenciones no se aplican y las posibilidades son infinitas. Este elemento, aunque a veces puede resultar confuso, es lo que convierte a la película en una experiencia única. No ofrece respuestas definitivas, sino que invita al espectador a cuestionar la propia realidad.
“Palíndromos” no es un thriller, ni un drama convencional. Es una película que se instala en la mente del espectador, dejando una sensación persistente de incomodidad y de reflexión. No pretende entretener, sino provocar. Es una obra que requiere una atención plena y una apertura a la ambigüedad. Es una película que, en definitiva, permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar.
Nota: 8/10
