“Pancho, el perro millonario” es una comedia familiar con un aire de crítica social sutil, un intento de balance entre la diversión y una reflexión sobre el consumismo desenfrenado. La película, dirigida con notable elegancia por Javier López, no busca ser una obra maestra cinematográfica, pero sí consigue crear un ambiente visualmente agradable y, en su mayoría, entretenido. La paleta de colores, especialmente en las escenas que muestran el lujoso estilo de vida de Pancho, es vibrante y atractiva, subrayando el contraste con la mediocridad de su pasado.
El guion, escrito por Elena Ramírez, se apoya en una premisa interesante: un perro que ha ganado la lotería y cuyo comportamiento se ve radicalmente transformado. Sin embargo, la historia, aunque divertida, no llega a ser particularmente innovadora. Los clichés de la comedia de enredos están presentes, aunque se manejan con una cierta fluidez. La trama avanza a un ritmo constante, evitando largos momentos de exposición y centrándose en la interacción entre Pancho, su secretario Alberto y su ex dueña, Lucía. La película se beneficia de un buen desarrollo de personajes, principalmente a través del contraste entre el hedonismo de Pancho y la preocupación por su bienestar de Alberto, interpretado con gran ternura por Pablo Molinaro. Molinaro aporta una credibilidad y una vulnerabilidad que equilibran las situaciones absurdas a las que se ve sometido.
La actuación de Leo, el labrador que da vida a Pancho, es, sin duda, el punto fuerte de la película. Su expresividad, su capacidad para transmitir emociones con la mirada y su forma de interactuar con los demás personajes, le convierten en un protagonista memorable y, a menudo, entrañable. Leo no se limita a seguir órdenes, sino que genuinamente parece disfrutar de las situaciones que se le plantean, lo que humaniza al perro y le permite conectar con el público. Sin embargo, el resto del reparto, aunque competente, no alcanza el mismo nivel de impacto. La interpretación de Lucía, la ex dueña de Pancho, es un tanto plana y carece de profundidad, limitando el impacto emocional de su regreso a la vida del perro.
En cuanto a la dirección, Javier López consigue mantener el tono ligero y divertido de la película, sin caer en la caricatura. Los diálogos son ingeniosos y, en general, bien escritos. La película, aunque tiene momentos de gran comedia, también se toma en serio el tema de la responsabilidad y el valor del dinero. Aunque la película no ofrece soluciones complejas o profundas, sí invita a la reflexión sobre las prioridades de la vida y la importancia de cuidar a los seres queridos. “Pancho, el perro millonario” es un entretenimiento agradable, ideal para disfrutar en familia, especialmente si se busca una película ligera y sin pretensiones. Es un buen ejemplo de comedia para padres e hijos, sin necesidad de profundizar en argumentos complejos.
Nota: 7/10