“Paranormal Activity: Dimensión fantasma” no es una revolución dentro de la franquicia, ni mucho menos una experiencia cinematográfica que dejará huella perdurable. Sin embargo, sí que ofrece un ejercicio de tensión sostenida y una atmósfera inquietante que, a pesar de sus fallos, logra mantener al espectador pegado a la pantalla durante la mayor parte de su duración. La película se aferra al modelo narrativo probado por sus predecesoras: una familia, la Sterling, se muda a una nueva casa y comienza a experimentar sucesos inexplicables, documentados principalmente a través de vídeos caseros y fotografías, creando así una sensación palpable de invasión y terror psicológico. Este enfoque, aunque repetitivo, continúa siendo efectivo en el género de terror de bajo presupuesto, donde la sugestión y la atmósfera son más importantes que los efectos especiales.
La dirección de Henry Hickox, aunque conservadora en su estilo, se centra en la creación de un ambiente claustrofóbico y opresivo. La cámara, fija y colocada en ángulos incómodos, refleja la creciente paranoia de los personajes y, por extensión, la del espectador. El uso de primeros planos, especialmente durante las escenas de terror, contribuye a la sensación de inmediatez y vulnerabilidad, empujando al público a identificar con la familia Sterling y a temer por su seguridad. No obstante, la película evita cualquier atajo visual, lo que, si bien es cierto, también la hace a veces un poco monótona y carente de dinamismo. La edición, fluida y precisa, funciona a favor del ritmo lento y gradual del horror.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Katie Cassidy y Brittany Robertson como Kara y Ally Sterling respectivamente, transmiten la evolución de su miedo y desesperación con convicción. Michael Xavier, como el misterioso y enigmático David, es el personaje que mejor se desarrolla, aportando un toque de ambigüedad que invita a la reflexión (aunque quizás un poco superficial). No obstante, la película recurre a clichés del género, presentándonos personajes con motivaciones poco profundas y a menudo convenientes para la trama. El desarrollo del personaje de David, aunque prometedor, se ve truncado al final, dejando un sabor agridulce.
El guion, en su esencia, es un ejemplo de “menos es más” en el ámbito del terror. Se evita la necesidad de explicaciones complejas o de justificaciones lógicas, optando por sugerir y dejar que la imaginación del espectador complete los detalles. Sin embargo, esta decisión también conlleva la debilidad de algunos diálogos forzados y la presentación de ciertos elementos de la trama que carecen de una justificación convincente. La introducción de la “dimensión fantasma” como la causa principal de los sucesos paranormales, si bien abre la puerta a posibilidades interesantes, queda más como un artificio narrativo que una verdadera explicación. La resolución final, aunque impactante, podría haber sido más elaborada y satisfactoria.
Nota: 6/10