París, je t'aime (2006)

“París, je t'aime” no es una película, sino una experiencia. Un viaje sensorial a través de la ciudad de la luz, donde el amor, en todas sus formas y expresiones, se revela en rincones inesperados. La propuesta, liderada por Woody Allen, es ambiciosa y, en gran medida, exitosa, aunque no exenta de ciertas irregularidades. El director, lejos de intentar contar una historia lineal y tradicional, se dedica a ser un observador privilegiado, un cronista de la vida parisina, invitando a una docena de directores de renombre mundial a aportar sus visiones sobre una única premisa: el amor.

La belleza de la película reside en su fragmentación narrativa. Cada segmento, concebido como un microsistema cinematográfico, es una joya en sí mismo. Desde la exuberancia del melodrama de Amos Gitai, con su amor prohibido entre una joven y una anciana, hasta la delicada poesía de Michael Haneke, explorando el desamor tras una ruptura, la paleta de emociones es diversa y, a veces, conmovedora. Jean-Pierre Jeunet, con su estilo particular y colorista, ofrece una visión vibrante y festiva, mientras que Nagisa Oshima aporta una perspectiva mordaz y, por momentos, perturbadora, confrontando el ideal romántico con la realidad brutal de las relaciones. La dirección de varios de estos autores se siente genuinamente superior a la de otros, demostrando la capacidad de cada uno para conectar con el tema central.

La película no se limita a mostrar imágenes de París; explora las emociones que evoca la ciudad, los encuentros fortuitos, las conversaciones al azar que pueden desencadenar un amor inesperado. Las actuaciones son, en general, sólidas. Marion Cotillard, como la anciana que busca recuperar su juventud, ofrece una interpretación particularmente intensa. El elenco, en su mayoría, está bien construido y las escenas de diálogo, aunque a veces lentas, transmiten la atmósfera parisina con autenticidad. Sin embargo, la película a veces se deja llevar por la contemplación excesiva, sacrificando el ritmo y la claridad narrativa. Los diálogos, a pesar de su encanto y riqueza, pueden resultar ocasionales en exceso, perdiendo en algunos momentos la fuerza dramática.

El guion, fruto de la colaboración de Woody Allen y Alain Goldstein, funciona mejor en sus momentos de observación directa, donde la cámara simplemente se queda viendo a los personajes interactuar. Las situaciones más elaboradas, con diálogos especialmente escritos, a veces se sienten artificiales y carentes de una profundidad emocional real. La película no busca resolver preguntas sobre el amor, sino más bien provocar reflexión y despertar la imaginación del espectador. Es un ejercicio de cine experimental que, aunque imperfecto, es valioso por su audacia y su capacidad para transmitir la magia de París. La puesta en escena, la fotografía y el diseño son impecables, reforzando la atmósfera de encanto y misterio que impregna la película. "París, je t'aime" es, en definitiva, una carta de amor a la ciudad, a la vida y a las posibilidades del cine.

Nota: 7/10