París, Texas (1984)

“París, Texas” es una película que, lejos de buscar una grandilocuencia visual, se instala con una lentitud meditativa en la conciencia del espectador, ofreciendo una experiencia cinematográfica profundamente inquietante y personal. La dirección de Jay Roach, acostumbrada a la comedia, aquí demuestra una sensibilidad sorprendente al explorar temas de culpa, pérdida y la búsqueda de la redención. Roach se aleja de los guiños exagerados y las situaciones burdas que podrían haber definido su trayectoria, optando por un ritmo pausado, casi contemplativo, que permite que la angustia de protagonista, Jack (Christoph Waltz), se filtre gradualmente en el público. La película no busca asombrar con efectos especiales ni grandes planos; su fuerza reside en la atmósfera, en la habilidad para transmitir el vacío interior y la desesperación silenciosa que lo consumen.

Waltz, como siempre, ofrece una actuación magistral. Su interpretación de Jack es sutil, aterciopelada, repleta de matices. No necesita grandes diálogos para comunicar el dolor, la confusión y el resentimiento que imprimen sus ojos y su rostro. Su mirada, cargada de fragilidad y recelo, es el eje central de la narrativa. La evolución de Jack, desde su estado de amnesia total hasta la gradual recuperación de sus recuerdos, se siente orgánica y creíble gracias a la profundidad con la que Waltz lo explora. Se complementa con una actuación igualmente sólida de Denis Ménochet como el hermano, Billy, quien, con una ternura contenida, representa la persistente esperanza y la necesidad de conectar con el pasado, incluso cuando este es doloroso.

El guion, coescrito por Roach y el propio Christoph Waltz, es la pieza fundamental de la película. La historia, aunque aparentemente sencilla, se centra en temas complejos como la responsabilidad familiar, el peso de la culpa y la dificultad de volver atrás. La película no juzga a Jack, sino que explora las consecuencias de sus actos y el impacto que han tenido en su vida y en la de los demás. El guion evita las soluciones fáciles y las conclusiones simplistas, dejando al espectador con la incertidumbre sobre si Jack realmente puede escapar del pasado. Las relaciones que Jack reencuentra a lo largo de la película, desde su exmujer, Lucy (Michelle Williams), hasta su hijo, Luke (Samuel H. Jackson), son tratadas con sensibilidad y autenticidad, y sirven para subrayar la complejidad de sus errores. La película, de manera inteligente, sugiere que la verdadera redención no reside en borrar el pasado, sino en aprender de él.

La fotografía, con la paleta de colores desérticos y polvorientos, contribuye a la atmósfera opresiva y aislada de la historia. La banda sonora, minimalista y evocadora, complementa a la perfección las imágenes, intensificando la sensación de vacío y soledad. “París, Texas” no es un drama fácil de ver, pero es una película que te acompaña mucho después de que terminen los créditos, invitándote a reflexionar sobre la naturaleza humana y la búsqueda de la identidad. Es un ejercicio de dirección notable y una actuación inolvidable de Christoph Waltz.

Nota: 8.5/10