Parrish (1961)

“Parrish” no es una película que deja una impresión duradera, pero sí una que permanece en la memoria con un extraño aire de nostalgia, como un recuerdo borroso de una época que nunca realmente conocí. Esta película de 1961, dirigida por Vincente Demaría, se ancla en la atmósfera florida y decadente de la Florida de los años 60, y a pesar de su premisa aparentemente sencilla, ofrece una experiencia visualmente rica y un estudio sutil de la adicción y el aislamiento. El estilo de Demaría, inconfundiblemente influenciado por la Nouvelle Vague francesa, se manifiesta en las escenas largas y contemplativas, en el uso del color y la luz, y en la exploración de personajes que luchan por encontrar un significado en un mundo superficial.

El guion, adaptado de una novela de Christopher Isherwood, es probablemente el aspecto más cuestionable de la película. Si bien la historia presenta un dilema moral interesante, la ejecución carece de la profundidad y el desarrollo que se esperaría. Las conversaciones son a menudo artificiales y los personajes, aunque intrigantes, no siempre están completamente definidos. Sin embargo, la película se beneficia de la habilidad de Demaría para crear una atmósfera tensa y melancólica, utilizando el espacio amplio y el entorno opulento de la mansión para simbolizar el encierro psicológico de Parrish.

La actuación de Farley Granger como Parrish es, sin duda, el corazón de la película. Granger irradia una melancolía contenida que es profundamente convincente. Captura a la perfección la inseguridad y el deseo de Parrish, un joven que se siente atrapado entre sus valores morales y la tentación del placer. Su mirada, llena de anhelo y frustración, es la clave para comprender la complejidad de su personaje. El resto del reparto, incluyendo a Anne Baxter como la madre de Parrish, es competente pero no alcanza la misma intensidad. La química entre Granger y Baxter, aunque sutil, contribuye a la atmósfera de incomodidad que impregna la película.

La fotografía de Sol Polito es esencial para el éxito visual de "Parrish". El uso del color, especialmente el verde esmeralda, crea una atmósfera vibrante y a la vez inquietante. Las escenas a contraluz, el juego de luces y sombras, y la composición general de las tomas refuerzan la sensación de irrealidad y decadencia. Polito logra capturar la belleza artificial y la opulencia de la Florida, pero también su lado oscuro y superficial. La película se siente casi como un estudio fotográfico, donde cada encuadre está cuidadosamente compuesto para transmitir un significado simbólico.

En definitiva, "Parrish" es una película difícil de categorizar. No es un drama convencional, ni una comedia. Es, quizás, una meditación sobre la soledad, la adicción y la pérdida de la inocencia. Si bien su guion es imperfecto y algunas actuaciones son más débiles que otras, la dirección de Demaría, la fotografía de Polito y la actuación de Farley Granger hacen de "Parrish" una experiencia visualmente cautivadora y emocionalmente resonante. Es una película que invita a la reflexión, aunque no a la euforia. Requiere paciencia y una mente abierta, pero recompensa al espectador con una atmósfera única y un personaje inolvidable.

Nota: 7/10