Parts Per Billion (2014)

“Parts Per Billion” es una película que, en un mercado saturado de narrativas post-apocalípticas, se distingue por su lentitud deliberada y su enfoque en la microgestión de las emociones humanas frente a una amenaza existencial. Dirigida por la prometedora Ana Moreau, la película no se centra en explosiones o batallas, sino en la desintegración gradual de las relaciones y la toma de decisiones individuales, motivadas por un amor a menudo ingenuo y, en ocasiones, profundamente problemático. La película, a diferencia de otros trabajos del género, elige la introspección como arma principal, lo que resulta tanto refrescante como, a veces, frustrante.

La dirección de Moreau es notablemente contemplativa. La cámara se queda a menudo en los personajes, observando sus expresiones, sus miradas, los silencios que pesan más que las palabras. Esto, en principio, podría llevar a la monotonía, pero la película logra mantener el interés al crear una atmósfera opresiva y claustrofóbica, donde la incertidumbre y la amenaza latente se sienten palpable. La fotografía, en tonos apagados y terrosos, contribuye a esta sensación de melancolía y desesperanza. No es una película visualmente impactante en el sentido tradicional, pero su belleza reside en su capacidad para evocar un sentimiento de pérdida y vulnerabilidad.

Las actuaciones son, en general, sólidas. El elenco, formado por rostros relativamente desconocidos, se entrega completamente a sus personajes, aportando matices sutiles y realistas a sus roles. Particularmente me impresionó la actuación de Clara Serrano como Elara, una mujer que lucha por mantener la cordura en medio del caos. Su personaje, marcado por una profunda inseguridad y una necesidad desesperada de conexión, se convierte en el eje central de la narrativa. Sin embargo, algunas de las actuaciones, sobre todo las de los hombres, se sienten un poco planas, carentes de la profundidad emocional necesaria para transmitir plenamente la complejidad de sus personajes. Se intuye la intención de explorar la fragilidad masculina frente al trauma, pero la ejecución no siempre es del todo satisfactoria.

El guion, escrito por Moreau, es la debilidad más evidente de la película. Si bien la premisa – tres parejas enfrentando una catástrofe y tomando decisiones comprometedoras – es intrigante, la narrativa a menudo se vuelve lenta y repetitiva. El ritmo se ralentiza excesivamente, llegando incluso a momentos de estancamiento. La película se aferra demasiado a los detalles más insignificantes, sacrificando el desarrollo de la trama principal. El resultado es una experiencia que, aunque introspectiva, puede resultar tediosa para algunos espectadores. Se necesitan momentos más definidos, algunos giros inesperados, para romper con esta sensación de letargo. La película plantea preguntas sobre el amor, el sacrificio y la ética en una situación extrema, pero no ofrece respuestas claras, lo que puede resultar frustrante para aquellos que buscan una conclusión satisfactoria.

Nota: 6/10