Pat Garrett y Billy el Niño (1973)

‘Pat Garrett y Billy el Niño’ no es simplemente una película del Oeste; es un lamento melancólico, una elegía al idealismo perdido y la inevitabilidad de la violencia en un mundo desolado. Sergio Leone, a su manera inconfundible, nos entrega una obra maestra visual y sonora que se sustenta, paradójicamente, en una historia aparentemente sencilla: la separación de dos figuras icónicas del Viejo Oeste, Pat Garrett y Billy the Kid, y la exploración de sus caminos divergentes tras una vida de banda y robos. Pero, como todos los trabajos de Leone, va mucho más allá de la mera narración, convirtiéndose en una profunda meditación sobre la naturaleza humana y la fragilidad de la moralidad en un contexto brutal.

La dirección de Leone es, por supuesto, el elemento más destacable de la película. El uso magistral del silbido del viento, la cámara lenta que permite absorber la inmensidad del paisaje, y la iluminación, con sus contrastes marcados entre la luz del sol y la oscuridad, crean una atmósfera de opulencia y desolación a la vez. Leone, consciente de la economía narrativa, se permite un ritmo pausado, casi contemplativo, que favorece la construcción de personajes y la transmisión de emociones. No se apresura a mostrar la acción, sino que se centra en las miradas, los gestos y la introspección silenciosa de sus protagonistas. La película, en definitiva, es un himno a la belleza del paisaje desértico, un entorno que se convierte en un espejo de la condición humana.

Las actuaciones son absolutamente impecables. Robert Duvall, en el papel de Pat Garrett, ofrece una interpretación sutil y magnética. Su Garrett no es un héroe viril y resolutivo, sino un hombre roto, consumido por la venganza y la pérdida. Su mirada, llena de tristeza y desesperación, es el corazón de la película. Harvey Keitel, como Billy the Kid, equilibra la rebeldía juvenil con una vulnerabilidad sorprendente. Keitel transmite la inquietud de un joven atrapado en un ciclo de violencia, incapaz de escapar de su destino. La química entre los dos actores es palpable y fundamental para el impacto emocional de la película.

El guion, adaptado de la novela de Elmore Leonard, es preciso y sugerente. No se llena de diálogos expositivos, sino que se basa en la sutileza y la ambigüedad. La película no juzga a sus personajes, sino que los presenta como víctimas de las circunstancias y de sus propias pasiones. La historia se desarrolla con un clímax final, inevitable pero impactante, que no busca la espectacularidad, sino que se centra en la consecuencia de la violencia y el fracaso de la venganza. El uso de canciones, especialmente "El corrido de Billy the Kid", añade una capa adicional de profundidad y autenticidad a la narrativa. Estas melodías, grabadas con la voz de un narrador, actúan como una especie de epílogo, ofreciendo una visión poética del destino de Billy the Kid.

En definitiva, ‘Pat Garrett y Billy the Kid’ es una película que se queda en la memoria mucho después de que terminan los créditos. Es una obra de arte cinematográfica que invita a la reflexión y que, a través de su belleza visual y la fuerza de sus actuaciones, nos recuerda la complejidad del pasado y la fragilidad del presente.

Nota: 9/10