Patinazo a la gloria (2007)

“Patinazo a la gloria” (Glitch in the Glory) no es, precisamente, una película que revolucionará el género dramático deportivo. Sin embargo, la película de la directora Sarah Polley logra, con una sensibilidad sorprendente, contar una historia de redención, arrepentimiento y la compleja dinámica entre dos personas heridas por sus propios errores. Se trata de un relato sutil y a veces incómodo, que se centra en la reconstrucción personal de Mark (Michael Gross) y Leo (Peter Scanavino) tras una expulsión espectacular de los Juegos Olímpicos.

La película se construye lentamente, no apurando la revelación de los hechos que llevaron a la controversia. Polley opta por una narrativa introspectiva, enfocándose en el proceso de duelo interno de ambos personajes, explorando las motivaciones que los impulsaron a ese acto impulsivo y las consecuencias devastadoras que tuvo para sus carreras y sus vidas. La dirección es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Polley maneja con maestría el ritmo pausado y la atmósfera tensa, utilizando la luz y la sombra para reflejar el estado emocional de los protagonistas. La película juega sutilmente con la iconografía del patinaje artístico, no para glorificarlo, sino para subrayar la exigencia, la presión y la belleza frágil del deporte.

Las actuaciones son sólidas y convincentes. Michael Gross, conocido por su papel de “El Profesor Frasier Crane”, ofrece una interpretación inesperadamente conmovedora como Mark, un ex-patinador con una autoestima erosionada y un profundo sentimiento de fracaso. Peter Scanavino, por su parte, demuestra una gran versatilidad al interpretar a Leo, un joven brillante pero también impulsivo y con una tendencia a la autodestrucción. La química entre ambos actores es palpable, y logran transmitir la complejidad de su relación, que evoluciona de la rivalidad inicial a un entendimiento precario. No obstante, la película no evita mostrar las fallas de ambos personajes, evitando la idealización y enfatizando la necesidad de aceptación, tanto de uno mismo como del otro.

El guion, escrito por Polley y a quien se le ha atribuido la labor de adaptación del libro del que se inspira, presenta momentos de gran brillantez. Las conversaciones entre Mark y Leo, a menudo cargadas de tensión y sarcasmo, son especialmente memorables. Sin embargo, el guion también podría haberse beneficiado de mayor profundidad en algunos diálogos y una exploración más exhaustiva de los personajes secundarios. La película, en su intento de mantener un tono moderado, a veces sacrifica la intensidad dramática necesaria para elevar la historia a un nivel superior. Aun así, la película plantea reflexiones interesantes sobre la naturaleza del talento, la importancia del arrepentimiento y la posibilidad de encontrar redención en la adversidad. “Patinazo a la gloria” es, en definitiva, una película que invita a la reflexión y que se queda en la memoria por su sensibilidad y su capacidad para conmover.

Nota: 7/10