PCU (1994)

“PCU” es, en su esencia, una explosión de energía juvenil, una inmersión en el hedonismo estudiantil y una alegoría sorprendente sobre la conformidad. Más que una simple comedia, la película de Michael Almereyda es un experimento cinematográfico que se adentra en el terreno del surrealismo, utilizando la estética de la animación por computadora para crear un mundo artificial, casi onírico, donde las reglas sociales son tan absurdas como rígidas. El resultado es una experiencia visualmente impactante y, a menudo, desconcertante, pero que sirve para amplificar el mensaje central de la película: la rebeldía, la búsqueda de la identidad y la crítica a las normas sociales impuestas.

La dirección de Almereyda es magistral, especialmente en la manipulación del espacio y el tiempo. La película no sigue una cronología lineal, sino que se construye a través de fragmentos, repeticiones y yuxtaposiciones que reflejan la mente de sus personajes, especialmente la del protagonista, quien se encuentra a la deriva en un mundo que le resulta incómodo y claustrofóbico. El uso de la animación CG, con sus colores vibrantes y sus diseños de personajes exagerados, no es solo una cuestión estética, sino una herramienta narrativa que refuerza la sensación de irrealidad y lo absurdo de la situación.

Las actuaciones son sólidas, con un cast joven y carismático que se sumerge en los papeles sin vacilar. Odeya Rush, como la protagonista, aporta una vulnerabilidad y una vitalidad que anudan con la audiencia. El resto del elenco, como Ben Lewis, Hannah Riele y Jack Deveaux, complementan a la perfección, dotando a los personajes de personalidad y complejidad. No obstante, me parece que algunos personajes, aunque interesantes en su diseño, carecen de profundidad, convirtiéndose en meras caricaturas de la rebeldía juvenil.

El guion, aunque a veces precario en su estructura y con algunos momentos de diálogo forzados, logra momentos de gran ingenio y humor negro. La película aborda, con una mirada irreverente, temas como la sexualidad, la presión académica, la superficialidad de las relaciones sociales y el miedo a la diferencia. La escena de la "manifestación instantánea" es icónica, no solo por su impacto visual, sino porque funciona como una metáfora poderosa de la respuesta inmediata y la falta de reflexión ante las transgresiones. Sin embargo, creo que la película podría haber profundizado más en las motivaciones de los personajes y en las consecuencias de sus actos, en lugar de centrarse únicamente en la comedia y la acción.

En definitiva, “PCU” es una película provocadora y visualmente estimulante, que, si bien no es perfecta, ofrece una perspectiva fresca y original sobre la juventud y sus conflictos. Aunque su estilo particular puede no ser del gusto de todos, la película invita a la reflexión y a cuestionar las normas que nos rodean. Es un trabajo ambicioso que, a pesar de sus fallos, merece la pena ser visto.

Nota: 7/10