“Pedro Sin Cola” (Peter No Tail) no es, estrictamente hablando, una película que deje una huella imborrable en la memoria del espectador. De hecho, se podría argumentar que su encanto reside precisamente en su mediocridad, en su capacidad para ser, en resumen, una comedia pastelosa, aunque con ciertas fortalezas que, paradójicamente, la hacen agradable de ver. Dirigida por Daniel Hjärtman, la película se ancla en un ambiente rural sueco, ofreciendo un establecimiento visualmente correcto, aunque no particularmente innovador, que consigue transmitir la atmósfera idílica de la vida en el campo.
La trama central, la historia de Peter, un gato sin cola, es una premisa sencilla y con un potencial cómico considerable. Sin embargo, el guion a veces se siente algo predecible y, en ciertos momentos, cae en clichés de la comedia animal. Aunque la intención es generar situaciones humorísticas a través de las burlas y travesuras de los otros gatos, algunos gags resultan ser más torpes que ingeniosos, y el ritmo se ralentiza en algunas partes. El desarrollo del personaje de Mike, el antagonista, es un tanto plano; su maldad se presenta de forma bastante superficial, lo que reduce el impacto emocional de sus acciones.
Afortunadamente, la película se sostiene gracias a las actuaciones, en particular la de Magnus Milian como Peter. Milian logra transmitir la vulnerabilidad y la inocencia del personaje, convirtiendo a Peter en un animal simpático y digno de simpatía. Sus expresiones faciales y su lenguaje corporal aportan una dimensión humana (en el sentido animalístico) al personaje, y crea una conexión real con el público. Los actores de apoyo, especialmente Bill y Bull, contribuyen al tono divertido y ligero de la película, aunque sus personajes también suenan algo estereotipados.
La dirección de Hjärtman es competente, prestando atención a los detalles visuales y al tono general de la película. Se observan elementos de la comedia física, sin llegar a ser excesivamente exagerados, y la película mantiene un equilibrio entre el humor y la ternura. El uso de la música, aunque no sobresaliente, acompaña bien las escenas y ayuda a crear una atmósfera agradable. Sin embargo, la película carece de una visión artística más profunda y no desafía al espectador de ninguna manera; es un entretenimiento ligero para una tarde cualquiera.
En definitiva, "Pedro Sin Cola" es una comedia animal que, aunque no logra alcanzar la grandeza, ofrece un rato de ocio agradable, especialmente para familias y niños. Su encanto reside en su simplicidad y en la carismática interpretación de Magnus Milian. No es una obra maestra, pero cumple su cometido de proporcionar una entretenimiento ligero y sin pretensiones.
Nota: 6/10