“Pee Mak Phrakanong” (2013) de Aditya Tisakara no es una película que se olvida fácilmente. La obra es, en su esencia, una exploración visceral y profundamente melancólica de la lealtad, el amor, la pérdida y la corrupción del alma humana, envuelta en una estética visualmente impactante y con un toque sutilmente surrealista. No es un espectáculo grandilocuente ni una aventura llena de acción, sino una meditación sobre la fragilidad de las relaciones en un mundo donde el honor, la promesa y la verdad se erosionan con el tiempo.
La película se centra en la historia de Mak, un soldado que regresa a su pueblo natal tras una larga ausencia. Lo que debería ser un reencuentro agridulce con su esposa y su hijo se convierte en una espiral de misterio y paranoia. La premisa –la supuesta muerte de la esposa de Mak durante el embarazo– es el detonante de una serie de eventos que destapan una verdad mucho más oscura y compleja que la que los habitantes del pueblo creen. La dirección de Tisakara es meticulosa en la creación de una atmósfera opresiva y claustrofóbica, utilizando la luz y la sombra, la música y el sonido para transmitir la creciente tensión y el desasosiego del protagonista y del espectador. Es un maestro en el uso del detalle, en la construcción de un espacio que se siente como un reflejo de la psique atormentada de Mak.
La actuación de Thanavat Suwansiri como Mak es absolutamente brillante. Su interpretación es sutil, pero increíblemente poderosa. A través de su lenguaje corporal, sus expresiones faciales y su mirada, transmite la angustia, el arrepentimiento y la desesperación del personaje con una convicción palpable. No recurre a grandilocuencias, sino que se sumerge en el personaje, mostrando la lucha interna de un hombre que se ve consumido por la culpa y la duda. El resto del elenco, que incluye a actores locales, cumple notablemente bien, aportando un realismo a las situaciones y creando un ambiente creíble. La química entre los actores que conforman el grupo de amigos de Mak es fundamental para la credibilidad de la película.
El guion, aunque a veces lento en su desarrollo, es el punto más fuerte de la película. Tisakara no se siente obligado a ofrecer respuestas fáciles o a resolver todos los misterios de forma inmediata. En lugar de eso, construye una narrativa ambigua, que invita a la reflexión y que deja al espectador con la sensación de que la verdad es mucho más compleja y subjetiva de lo que se presenta inicialmente. La película juega con el cine dentro del cine, con la creación de sueños y pesadillas que difuminan la frontera entre la realidad y la ficción, creando una experiencia cinematográfica particularmente inquietante. El ritmo, si bien pausado, es deliberado y sirve para aumentar la tensión psicológica, enfatizando el deterioro mental del protagonista.
Aunque no es un drama romántico en el sentido tradicional, “Pee Mak Phrakanong” es una película profundamente emotiva que explora temas universales como el amor no correspondido, la pérdida, la lealtad y la búsqueda de la redención. Es una obra que se queda con el espectador mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar. Su originalidad y su enfoque poco convencional la convierten en una joya del cine asiático contemporáneo. Es una película que requiere paciencia y una mente abierta, pero que recompensa al espectador con una experiencia cinematográfica única y memorable.
Nota:** 8/10