“Peligrosa Compañía” (Dangerous Company), la última propuesta de la directora Maggie Perlow, se presenta como un thriller psicológico con una atmósfera que, en ciertos momentos, logra ser excepcionalmente inquietante. La película, que intenta explorar las dinámicas de poder, la traición y la vulnerabilidad en un entorno académico, termina siendo, sin embargo, un ejercicio de ambición desmedida que no consigue alcanzar la profundidad que pretende.
El núcleo de la historia, centrado en la creciente tensión entre Sara (Minka Kelly), una estudiante de doctorado aparentemente segura de sí misma, y la nueva llegada, Rebecca (Leighton Meester), es, en principio, atractiva. El desarrollo inicial de su relación, marcada por el respeto mutuo y la curiosidad, establece un tono prometedor. Kelly ofrece una interpretación sólida, transmitiendo la creciente paranoia y la angustia de Sara a medida que se ve arrastrada a un laberinto de mentiras y secretos. Meester, por otro lado, si bien intenta transmitir la ambigüedad de su personaje, a menudo se queda en una interpretación ligeramente plana, carente de la complejidad que podría haberle conferido mayor peso dramático. La química entre las dos actrices, crucial para el desarrollo de la trama, es superficial, lo que resta autenticidad a la dinámica que se establece.
La dirección de Perlow se distingue por un uso deliberado de la luz y la sombra, creando una atmósfera opresiva que refleja el estado emocional de Sara. Las escenas nocturnas, en particular, están ricamente elaboradas, empleando un lenguaje visual que sugiere la presencia de algo siniestro y acechante. Sin embargo, esta atmósfera, aunque efectiva en ciertos momentos, se ve a veces diluida por un ritmo pausado que, en ocasiones, se vuelve exasperante. El guion, adaptado de un cuento de un autor desconocido, carece de un pulso narrativo definido, y sus giros argumentales, aunque intrincados, se sienten forzados y poco creíbles. Se intenta construir un trasfondo de corrupción académica y manipulación, pero la exploración de estos temas se limita a planos superficiales y a diálogos retorcidos que no aportan una nueva perspectiva sobre las problemáticas que plantean.
La película juega con la idea del “donde no hay humo no hay fuego,” cuestionando la percepción de la verdad y la fragilidad de la confianza. Se sugiere una red de intereses ocultos que involucra a figuras poderosas de la universidad, pero la resolución final, que se siente apresurada y poco elaborada, deja demasiadas preguntas sin respuesta. El final, en particular, resulta anticlimático y, en cierto modo, decepcionante. A pesar de su ambición, “Peligrosa Compañía” se queda en un territorio predecible y ofrece una experiencia cinematográfica más recomendable por su atmósfera visual que por la calidad de su narrativa.
Nota: 6/10