Perdición (1944)

“Perdición” (All About Eve, 1950) no es simplemente una película sobre celos y ambición; es una disección implacable de la manipulación, la desesperación y la fragilidad del deseo. Alfred Hitchcock, a menudo asociado con el suspense psicológico, aquí se encuentra en su terreno cómodo, guiando la cámara con una precisión quirúrgica para exponer las maquinaciones de un mundo de teatro y aspiraciones frustradas. La película, lejos de ofrecer un melodrama convencional, se erige como una obra maestra del cine negro que explora las consecuencias de perseguir el éxito a cualquier precio.

La dirección de Joseph L. Mankiewicz es absolutamente magistral. Observa con atención cómo la cámara se desliza entre los personajes, capturando sus microexpresiones, sus gestos nerviosos y las miradas furtivas que revelan sus verdaderas intenciones. Mankiewicz no rehúye los detalles, mostrando la meticulosidad con la que Kitty (Barbara Stanwyck) planea su venganza, desde la organización del asesinato hasta la selección de las piezas de teatro adecuadas para su manipulación. La película no se limita a describir la trama; la siente, la vive a través de la lente de la cámara, creando una atmósfera palpable de tensión y paranoia. La escena del baile, en particular, es una joya del diseño de producción y la dirección, donde la exuberancia y el glamour contrastan brutalmente con la oscura trama que se gesta a sus espaldas.

Pero la película se sostiene, en gran parte, gracias a las actuaciones de sus protagonistas. James Stewart, como Bill Sampson, el ingenuo y aficionado al teatro, es, sin duda, el corazón de la historia. Su interpretación es sutil y matizada, transmitiendo una mezcla de vulnerabilidad y creciente sospecha. Sin embargo, Barbara Stanwyck, como Kitty Morgan, se erige como la verdadera fuerza motriz. Su interpretación es simplemente brillante. Stanwyck logra que la audiencia sienta empatía por una villana que, a la vez, es profundamente humana. Su Kitty es ambiciosa, astuta, incluso despiadada, pero también se siente como una mujer atrapada en una sociedad que no la valora. La química entre Stewart y Stanwyck es electrizante, una danza constante de poder, manipulación y atracción.

El guion, adaptado de la obra teatral homónima, es un complejo laberinto de personajes y motivaciones. La película se centra en el dilema moral de Bill, atrapado entre su admiración por la edad y la experiencia de Margo Channing (Steiner), la actriz en auge, y la creciente sospecha hacia Kitty, una mujer que parece conocer todos sus secretos. La película no ofrece respuestas fáciles; simplemente presenta las circunstancias y permite al espectador juzgar. La complejidad de las relaciones y las múltiples capas de engaño mantienen al público enganchado hasta el final. El diálogo es afilado y perspicaz, lleno de juegos de palabras y comentarios mordaces que revelan el carácter de los personajes.

“Perdición” es una película atemporal que continúa siendo relevante por su exploración de temas universales como la ambición, el engaño, la venganza y la búsqueda del éxito. Es una obra de arte cinematográfica que merece ser vista y revisitada. Una joya del género negro que consolida la leyenda de Hitchcock como un director innovador y un maestro del suspense.

Nota: 9/10