Perdona que te moleste (2018)

“Perdona que te moleste” es una película que, a primera vista, parece un relato ligero y entretenido sobre la ambición y la redención en el mundo corporativo. Sin embargo, tras un primer contacto con la trama, la película revela una complejidad emocional y social que, aunque no siempre brillante, merece la pena ser explorada. La película, dirigida por David Menkes, no busca la grandilocuencia ni el melodrama, sino un retrato sutil y, en ocasiones, incómodo de las dinámicas de poder en un entorno empresarial competitivo y, sobre todo, despiadado.

El corazón de la película reside en la evolución del personaje de Daniel (Mark Ruffalo), un vendedor de seguros que, atrapado en una espiral de autoengaño y búsqueda de la aprobación, se encuentra al borde del abismo. Ruffalo ofrece una actuación magistral, transmitiendo con gran autenticidad la inseguridad, la frustración y, finalmente, la creciente conciencia moral del personaje. Su actuación va más allá de lo meramente expresivo, llegando a comunicar la disonancia interna de Daniel, su lucha por mantener las apariencias mientras su autoestima se desmorona. La película se beneficia enormemente de la conexión emocional que se establece entre el espectador y el personaje, lo que permite a la audiencia conectar con su viaje personal de autodescubrimiento.

El guion, escrito por Menkes y Jeff Nichols, es donde la película adquiere su mayor peso. Si bien la premisa – un vendedor que asciende en la empresa gracias a una fórmula cuestionable – es un cliché, los personajes secundarios y las situaciones que se desarrollan a lo largo de la trama son lo que le dan verdadera profundidad. Los activistas, personificados con convicción por Nat Wolff y Jane Alexander, no son meros antagonistas; son individuos genuinamente preocupados por la explotación laboral y que, a pesar de sus métodos poco ortodoxos, demuestran una brújula moral clara. La película logra plantear preguntas importantes sobre la ética empresarial y la responsabilidad social de forma inteligente, sin recurrir a sermones o soluciones fáciles. La tensión no proviene solo de la competencia en el trabajo, sino de la confrontación entre las motivaciones individuales y las consecuencias de las acciones de la empresa.

Visualmente, "Perdona que te moleste" se distingue por su fotografía cuidada y su uso de la luz y la sombra para reflejar el estado emocional de los personajes. La puesta en escena, fría y funcional, refleja la atmósfera de la oficina, un lugar donde la empatía es un lujo que pocos pueden permitirse. La banda sonora, minimalista y melancólica, complementa la narrativa, intensificando los momentos de tensión y la introspección del protagonista. Aunque el ritmo es deliberadamente pausado, se percibe una dirección que busca la sutileza y el detalle en la caracterización de los personajes y el desarrollo de la trama. No es una película que deje al espectador con respuestas fáciles, sino que le invita a reflexionar sobre los valores que guían nuestras decisiones y las consecuencias de nuestras acciones.

Nota: 7/10