“Perras callejeras” no es un drama social que busca, como tal, ofrecer una solución a los problemas de la exclusión social. Más bien, es un retrato crudo y visceral de la desesperación, un descenso a la marginalidad que, a pesar de sus defectos, logra, en gran medida, cautivar por su honestidad brutal y su particular visión del mal. La película, dirigida con una maestría silenciosa por Pablo Nun, se centra en tres mujeres marginadas por un sistema que las ha descartado. La historia de Crista, Berta y Sole es un espejo deformado de la sociedad española, un reflejo de la pobreza, la discriminación y la falta de oportunidades. La película se atreve a mostrar la realidad sin tapujos, sin sentimentalismos fáciles. No hay héroes ni villanos claros, solo supervivientes que recurren a la violencia como último recurso.
El guion, aunque contundente en su exposición, carece de un desarrollo profundo de los personajes. Se centra mucho más en la acción que en la exploración de sus motivaciones y sus pasados. Esto, sin embargo, no impide que la película genere empatía por ellas. El ritmo frenético, impulsado por la claustrofobia de las calles y la tensión palpable en cada escena, funciona a favor de la narrativa. La dirección artística, sombría y opaca, refuerza la atmósfera de abandono y peligro constante. Los exteriores nocturnos, realizados con una iluminación precisa, evocan la dureza y la dureza de las calles. Sin embargo, el guion no se atreve a cuestionar las causas estructurales de su situación, ni se propone soluciones que, si bien no son ingeniosas, serían más significativas que el simple acto de asaltar.
Las interpretaciones son sobresalientes. María José García, como Crista, transmite una fuerza y una vulnerabilidad que te atrapan desde el principio. Su personaje, marcado por el abuso y la traición, es un dolor constante. No menos convincente es Ana Guerra como Berta, quien logra transmitir la fragilidad y el coraje de una mujer que ha sufrido mucho y que lucha por sobrevivir. La interpretación de Alba Flores como Sole es más sutil, pero igualmente efectiva. Demuestra la desesperación y la autodestrucción de una joven atrapada en una espiral de adicciones. El reparto femenino cumple con creces las expectativas, aportando matices y profundidad a los personajes.
La película no es fácil de ver. Es incómoda, perturbadora, y a veces, incluso repugnante. Pero precisamente en esa crudeza reside su fuerza. “Perras callejeras” no ofrece respuestas fáciles, ni pretende ser un manifiesto. Es simplemente un grito de dolor, un retrato sin concesiones de la marginalidad y de la desesperación de aquellos que la han elegido como su realidad. La película, a pesar de su trama lineal y su desarrollo superficial, logra generar una fuerte impresión, recordándonos la existencia de un lado oscuro de nuestra sociedad y la importancia de la empatía. No es un melodrama romántico, sino un drama social digno de ser visto, aunque con la precaución de estar preparado para su impacto.
Nota: 7/10